Page 156 - La Ilíada
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el auriga, sobre los mismos hombros del guerrero resoplaban. Asio deseaba en
su corazón herir a Idomeneo, pero anticipósele éste y le hundió la pica en la
garganta, debajo de la barba, hasta que el bronce salió al otro lado. Cayó el
troyano como en el monte la encina, el álamo o el elevado pino que unos
artífices cortan con afiladas hachas para convertirlo en mástil de navío; así
yacía aquél, tendido delante de los corceles y del carro, rechinándole los
dientes y cogiendo con las manos el polvo ensangrentado. Turbóse el
escudero, y ni siquiera se atrevió a torcer la rienda a los caballos para escapar
de las manos de los enemigos. Y el belicoso Antíloco se llegó a él y le
atravesó con la lanza, pues la broncínea coraza no pudo evitar que se la
clavase en el vientre. El auriga, jadeante, cayó del bien construido carro; y
Antíloco, hijo del magnánimo Néstor, sacó los caballos de entre los troyanos y
se los llevó hacia los aqueos, de hermosas grebas.
402 Deífobo, irritado por la muerte de Asio, se acercó mucho a Idomeneo
y le arrojó la reluciente lanza. Mas Idomeneo advirtiólo y burló el golpe
encogiéndose debajo de su liso escudo, que estaba formado por boyunas pieles
y una lámina de bruñido bronce con dos abrazaderas, la broncínea lanza
resbaló por la superficie del escudo, que sonó roncamente, y no fue lanzada en
balde por el robusto brazo de aquél, pues fue a clavarse en el hígado, debajo
del diafragma, de Hipsenor Hipásida, pastor de hombres, haciéndole doblar las
rodillas. Y Deífobo se jactaba así, dando grandes voces:
414 —Asio yace en tierra, pero ya está vengado. Figúrome que, al
descender a la morada de sólidas puertas del terrible Hades, se holgará su
espíritu de que le haya procurado un compañero.
417 Así habló. Sus jactanciosas frases apesadumbraron a los argivos y
conmovieron el corazón del belicoso Antíloco; pero éste, aunque afligido, no
abandonó a su compañero, sino que corriendo se puso cerca de él y le cubrió
con el escudo. E introduciéndose por debajo dos amigos fieles, Mecisteo, hijo
de Equio, y el divino Alástor, llevaron a Hipsenor, que daba hondos suspiros,
hacia las cóncavas naves.
424 Idomeneo no dejaba que desfalleciera su gran valor y deseaba siempre
o sumir a algún troyano en tenebrosa noche, o caer él mismo con estrépito,
librando de la ruina a los aqueos. Poseidón dejó que sucumbiera a manos de
Idomeneo, el hijo querido de Esietes, alumno de Zeus, el héroe Alcátoo (era
yerno de Anquises y tenía por esposa a Hipodamía, la hija primogénita, a
quien el padre y la veneranda madre amaban cordialmente en el palacio
porque sobresalía en hermosura, destreza y talento entre todas las de su edad,
y a causa de esto casó con ella el hombre más ilustre de la vasta Troya): el dios
ofuscóle los brillantes ojos y paralizó sus hermosos miembros, y el héroe no
pudo huir ni evitar la acometida de Idomeneo, que le envainó la lanza en
medio del pecho, mientras estaba inmóvil como una columna o un árbol de