Page 206 - La Ilíada
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victoria Zeus Cronida y Apolo; los cuales me vencieron fácilmente,
quitándome la armadura de los hombros. Si veinte guerreros como tú me
hubiesen hecho frente, todos habrían muerto vencidos por mi lanza.
Matáronme la parca funesta y el hijo de Leto, y, entre los hombres, Euforbo, y
tú llegas el tercero, para despojarme de las armas. Otra cosa voy a decirte, que
fijarás en la memoria. Tampoco tú has de vivir largo tiempo, pues la muerte y
la parca cruel se te acercan, y sucumbirás a manos del eximio Aquiles Eácida.
855 Apenas acabó de hablar, la muerte le cubrió con su manto: el alma
voló de los miembros y descendió al Hades, llorando su suerte porque dejaba
un cuerpo vigoroso y joven. Y el esclarecido Héctor le dijo, aunque muerto le
veía:
859 —¡Patroclo! ¿Por qué me profetizas una muerte terrible? ¿Quién sabe
si Aquiles, hijo de Tetis, la de hermosa cabellera, no perderá antes la vida,
herido por mi lanza?
862 Dichas estas palabras, puso un pie sobre el cadáver, arrancó la
broncínea lanza y lo tumbó de espaldas. Inmediatamente se encaminó, lanza
en mano, hacia Automedonte, el deiforme servidor del Eácida, de pies ligeros,
pues deseaba herirlo, pero los veloces caballos inmortales, que a Peleo le
dieron los dioses como espléndido presente, ya lo sacaban de la batalla.
Canto XVII
Principalía de Menelao
Se entabla un encarnizado combate entre aqueos y troyanos para
apoderarse de las arenas y el cadáver de Patroclo. Por fin, Menelao y
Meriones, protegidos por los dos Ayante, cargan a sus espaldas con el cadáver
de Patroclo y se lo llevan al campamento.
1 No dejó de advertir el Atrida Menelao, caro a Ares, que Patroclo había
sucumbido en la lid a manos de los troyanos; y, armado de luciente bronce, se
abrió camino por los combatientes delanteros y empezó a moverse en torno del
cadáver para defenderlo. Como la vaca primeriza da vueltas alrededor de su
becerrillo mugiendo tiernamente, porque antes ignoraba lo que era el parto, de
semejante manera bullía el rubio Menelao cerca de Patroclo. Y colocándose
delante del muerto, enhiesta la lanza y embrazado el liso escudo, se aprestaba
a matar a quien se le opusiera. Tampoco Euforbo, el hábil lancero hijo de
Pántoo, se descuidó al ver en el suelo al eximio Patroclo, sino que se detuvo a
su lado y dijo a Menelao, caro a Ares:
12 —¡Atrida Menelao, alumno de Zeus, príncipe de hombres! Retírate,