Page 264 - La Ilíada
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le adelanta y la hiere desde cerca o desde lejos, no deja de luchar, aunque esté
               atravesada por la jabalina, hasta venir con él a las manos o sucumbir, de la
               misma suerte, el divino Agenor, hijo del preclaro Anténor, no quería huir antes
               de  entrar  en  combate  con  Aquiles.  Y,  cubriéndose  con  el  liso  escudo,  le
               apuntaba la lanza, mientras decía con fuertes voces:

                   583 —Grandes esperanzas concibe tu ánimo, esclarecido Aquiles, de tomar
               en el día de hoy la ciudad de los altivos troyanos. ¡Insensato! Buen número de

               males habrán de padecerse todavía por causa de ella. Estamos dentro muchos
               y  fuertes  varones  que,  peleando  por  nuestros  padres,  esposas  e  hijos,
               salvaremos  a  Ilio;  y  tú  recibirás  aquí  mismo  la  muerte,  a  pesar  de  ser  un
               terrible y audaz guerrero.

                   590 Dijo. Con la robusta mano arrojó el agudo dardo, y no erró el tiro;
               pues  acertó  a  dar  en  la  pierna  del  héroe,  debajo  de  la  rodilla.  La  greba  de
               estaño recién construida resonó horriblemente, y el bronce fue rechazado sin

               que lograra penetrar, porque lo impidió la armadura, regalo del dios. El Pelida
               arremetió  a  su  vez  con  Agenor,  igual  a  una  deidad;  pero  Apolo  no  le  dejó
               alcanzar gloria, pues, arrebatando al troyano, le cubrió de espesa niebla y le
               mandó a la ciudad para que saliera tranquilo de la batalla.

                   599 Luego el que hiere de lejos apartó del ejército al Pelión, valiéndose de
               un  engaño.  Tomó  la  figura  de  Agenor,  y  se  puso  delante  del  héroe,  que  se

               lanzó  a  perseguirlo.  Mientras  Aquiles  iba  tras  de  Apolo,  por  un  campo
               paniego, hacia el río Escamandro, de profundos vórtices, y corría muy cerca
               de él, pues el odio le engañaba con esta astucia a fin de que tuviera siempre la
               esperanza  de  darle  alcance  en  la  carrera,  los  demás  troyanos,  huyendo  en
               tropel, llegaron alegres a la ciudad, que se llenó con los que allí se refugiaron.

               Ni siquiera se atrevieron a esperarse los unos a los otros, fuera de la ciudad y
               del muro, para saber quiénes habían escapado y quiénes habían muerto en la
               batalla, sino que afluyeron presurosos a la ciudad cuantos, merced a sus pies y
               a sus rodillas, lograron salvarse.




                                                     Canto XXII

                                                  Muerte de Héctor

                   Aquiles, después de decirle que se vengaría de él si pudiera, torna al campo
               de  batalla  y  delante  de  las  puertas  de  la  ciudad  encuentra  a  Héctor,  que  le
               esperaba; huye éste, aquél le persigue y dan tres vueltas a la ciudad de Troya;

               Zeus coge la balanza de oro y ve que el destino condena a Héctor, el cual,
               engañado  por  Atenea  se  detiene  y  es  vencido  y  muerto  por  Aquiles,  no
               obstante saber éste que ha de sucumbir poco después que muera el caudillo
               troyano.
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