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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
la enóloga—, “de modo que comencé a sumergirme en otras áreas que también me gustaban, como la decoración de interiores. Gracias a mis viajes al extranjero descubrí la belleza y practicidad de los muebles modulares alemanes, y me instalé con una tienda en el Bosque Norte, con gran éxito, pero eso duró mientras el dólar estuvo a 39 pesos, pero al liberalizarse, ya dejó de ser atractivo”.
Los niños crecían felices, ignorando todas las peripecias que realizaba su madre para darles techo, educación, vestirlos y alimentarlos. Es verdad que hoy se lo agradecen y son sus principales apoyos, pero en aquella época era ella sola contra el mundo.
El Sueño de una Viña Propia
El tema del vino jamás dejó de atraerla, pese a los buenos tiempos que vivió con la decoración de interiores. Incluso varias veces estuvo tentada de volver a la enología, porque vinieron interesantes ofertas, pero implicaban trasladarse al sur. De pronto, sin embargo, surgió algo razonable: una exportadora requería de un agrónomo que le pudiera comprar fruta para venderla a Holanda.
Eso ayudó a las finanzas familiares, pero no era definitivo, sirvió para mantenerse, hasta que llegaron los años 90 y la vitivinicultura se puso de moda de nuevo y comenzó a despegar. No se dio cuenta del giro hasta que la contactaron vitivinicultores franceses para que buscara una viña con determinadas característica para adquirirla. Ahí comprendió que el negocio del vino estaba de regreso.
Durante un año buscó el lugar que sus clientes requerían hasta que descubrió un sitio excelente en Talca, con todas las condiciones exigidas: casona antigua, grandes parques; bodegas añosas, es decir, para producir vinos y, al mismo tiempo, dedicarse a algo que todavía no se soñaba en Chile, el enoturismo. Finalmente compró la Viña Domain Oriental que luego de 10 años, sus clientes vendieron a Casa Donoso. Y aunque le ofrecieron hacerse cargo de la parte enológica, declinó por sus hijos y para mantenerse cerca de su madre en Santiago.
No sólo siempre quiso volver al tema del vino, sino que cada vez tenía más claro que quería ser propietaria de su negocio, que le permitiera ganar el sustento, pero al mismo tiempo cuidar a sus hijos.
La idea de organizar su viña fue adquiriendo cada vez más forma, pero carecía del dinero suficiente como para hacerlo. Pero pronto se le presentó la oportunidad. Viajaba por Francia con una amiga cuando recibió una llamada telefónica de Chile donde le comunicaban que un grupo de empresarios ingleses se interesaban por adquirir vinos a granel y que necesitaban a un enólogo, es decir, un intermediario experto, un negociante que adquiriera los caldos, los preparara según las indicaciones del cliente y los despachara. El “negociante”
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