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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
Después de todo fue su primer empleo, “logrado casi por casualidad”, recién egresada de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Católica, gracias a un aviso pegado a la rápida, con cinta adhesiva, en una de las ventanas de un pasillo, por la legendaria Carmen Tessada, secretaria académica, que siempre lo hacía cuando la llamaban los ejecutivos de las empresas para reclutar a los jóvenes talentos del centro de estudios.
Consideraba que ya era tiempo de buscar nuevos horizontes, pese a que disfrutaba mucho siendo mamá por tercera vez: su hija Fernanda había nacido cuatro meses antes y, por lo mismo, durante el embarazo prefirió las ayudantías que le ofrecieron sus profesores Álvaro Plaza y Eduardo Coeymans, que un trabajo estable fuera del campus.
Pero estimaba que había llegado el momento de apoyar a su marido, el traumatólogo Federico Novoa, que tenía que asumir la carga de tres hijos, más la de ella y sus estudios. Pero no sólo por eso; quería trabajar, porque “si bien había tejido, cocinado, amamantado, y sido una buena dueña de casa, y me gustaba serlo, aquello no me llenaba del todo”, dice.
Además, esta carrera de Ingeniería Comercial, orientada a la Administración, no era la primera. Años antes, bastante asustada y sintiéndose una provinciana, llegaba a Santiago desde Antofagasta a estudiar Licenciatura en Matemáticas en la Universidad de Chile.
Si bien su instalación en la capital fue fácil y el ingreso a estudiar también, — porque le abrió camino su hermana Marta, dos años mayor, inscrita en la carrera de Derecho—, no lo fue su permanencia en el legendario y conflictivo Pedagógico de la época, debido al clima político que se vivía. “Cuando llegué a la universidad, cuando entré a la Facultad de Ciencias, yo tenía amigos de todas las tendencias políticas, desde el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, Mir, hasta Patria y Libertad. Nos reuníamos todo el tiempo a discutir pero sin pelear, exponiendo nuestros puntos de vista, pero cuando vino el golpe de Estado desapareció la mitad del curso. Era la única Facultad que tenía como representante ante el Consejo Normativo a un personero del Mir”, indica.
La Oferta de Sebastián Piñera
Tras el derrocamiento de Salvador Allende en 1973, dos meses después de su matrimonio, resultaba imposible continuar con los estudios, porque las clases se suspendieron durante bastante tiempo, de modo que volvió al norte y se fue a vivir a Iquique, donde su esposo se desempeñaba como traumatólogo en un hospital del entonces Servicio Nacional de Salud, SNS. Transcurrieron cinco años y allí nacieron dos de sus cuatro hijos, Francisca y Federico, y cuando comenzaron a ir
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