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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
siempre correcta; de modales impecables, tanto que incluso antes del inicio del oficio fúnebre, invitó a la esposa del general, Lucía Hiriart, a un salón aparte para darle el pésame de rigor, en un gesto inesperado por todos.
“No sé por qué lo hice. Pensé en ella, en cómo se estaba sintiendo como persona, en lo duro que es perder a una pareja, a un compañero después de 60 o más años de vida en común. Eso fue lo único que me guió, lo único que tenía en la cabeza”, dice Vivianne Blanlot, en ese entonces ministra de Defensa del primer Gobierno de Michelle Bachelet.
Se la observó siempre dueña de una desconcertante serenidad, pese al agitado clima político que se vivía en el recinto. La hija mayor del general, Lucía Pinochet Hiriart, a través de la prensa y de personas cercanas había expresado en varias oportunidades su molestia por su anunciada presencia en la ceremonia. Además, poco antes, cuando Vivianne Blanlot bajaba de su vehículo al llegar a la Escuela Militar recibía todo tipo de pifias, agravadas por la actitud de la familia del ex comandante en jefe que se apresuró a colocar encima del ataúd la banda presidencial del general, en un claro gesto de rechazo a la negativa del Gobierno de Bachelet de reconocerlo como Presidente de Chile.
Durante la misa, la única familiar del alto militar que se aproximó a la secretaria de Estado para ofrecerle el saludo de la paz fue la hija menor del general Pinochet, Jacqueline, quien sólo extendió su mano, sin pronunciar palabra. Cuando más tarde se escuchaba el “Va Pensiero”, el sobrecogedor coro del tercer acto de la ópera “Nabucco”, de Verdi, inspirada en el Salmo 137, comenzaron en el Patio de Honor de la Escuela Militar gritos destemplados en contra de la autoridad de Gobierno en un especie de estribillo interminable que decía: “Ministra de Defensa, usted es una ofensa. Ministra de Defensa, usted es una ofensa...”.
Vivianne Blanlot acumulaba, pero no asestaba el golpe. Cuando le correspondió el turno al comandante en jefe del Ejército, general Óscar Izurieta, su discurso fue varias veces interrumpido por gritos de los adherentes a Pinochet, que coreaban “¡Presidente, Presidente!”.
Pese a todas las provocaciones y las múltiples instancias en que pudo reaccionar, ella fue un modelo de autocontrol, reserva, entereza, aplomo, que se acentuaba con sus gestos suaves y con su elegante vestido de medio luto, elegido con gran cuidado para la ocasión: chaqueta alba, falda negra, detalles en ese color, y un pelo algo aleonado, de peluquería, pero muy suelto y natural, casi sin fijador.
“Yo pensaba que cualquier expresión que reflejara estaría sujeta a todo tipo de interpretaciones, para bien o para mal, entonces me dije, tendré ‘expresión cero’. No me costó nada. No es que sea imperturbable, al contrario, lloro hasta en las películas de monos animados, pero tengo la sangre fría y siempre mantengo la calma en los
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