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Nueve Mujeres: Liderazgos que Inspiran
LA MUERTE DE PINOCHET
Nunca se imaginó que, después de tantas negociaciones entre el Ejército y la familia del general Pinochet, a ella le correspondería ultimar los detalles del funeral
y asistir a la misa en la Escuela Militar.
Su papel era velar porque todo transcurriera en calma, sin escándalos y con la presencia sobria y serena de un Gobierno que le reconocía al general
su condición de comandante
en jefe del Ejército.
Su actitud quedó grabada en el inconsciente colectivo del país: distante, desapegada pero atenta a todos los acontecimientos
que ocurrieron aquel 11 de diciembre de 2005.
SIN PERDÓN
Ella seguía las instrucciones específicas de la ex Presidenta Michelle Bachelet en el sentido de que su máxima frente a este tema era: “Creo en la verdad y aspiro a la justicia”.
peores momentos, eso es parte de mi educación, es parte de mi cultura desde chica”.
Fue un momento difícil en su vida, pero que valora como algo muy positivo: “Ser testigo de la muerte de Pinochet me pareció increíble. Más allá de que a uno le gustara o no su figura, la desaparición del dictador, permitió mirar hacia el futuro y yo creo que eso fue muy bueno para Chile, además de que el Gobierno logró pasar muy bien la prueba. Cómo habrá sido de importante el tema, que después que juré como ministra, en la primera reunión que sostuve con el entonces comandante en jefe del Ejército, Óscar Izurieta, lo primero que hicimos fue hablar de los planes para el funeral de Pinochet. A mí me correspondió terminar de organizar esa etapa, cuya negociación venía de varios años antes; me tocó hacer que todo transcurriera en relativa tranquilidad, sin escándalos, sin enfrentamientos entre grupos antagónicos. Pero, al mismo tiempo, había que darle dignidad al acontecimiento, al Ejército, a la familia, evitar costos para el Gobierno. Estaba claro que la Presidenta no asistiría, pero la presencia del Estado era fundamental y había que tenerla y esa presencia era yo. Fue, entre otras cosas, una forma de contener los entusiasmos de los adherentes y evitar proyectar, a nivel internacional, la imagen de un Ejército despidiendo a Pinochet, en la ausencia del Gobierno”, expresa.
Efectivamente, el tema de la muerte del general Pinochet estuvo pendiente desde 1998, cuando abandonó la comandancia del Ejército. En aquel entonces no cabía duda de que, al momento de su fallecimiento, se decretaría duelo oficial, funerales de Estado, un entierro en la Escuela Militar y una ceremonia fúnebre encabezada por quien fuera en ese instante el Presidente de la nación, con una misa de rigor en la Catedral
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