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José Manuel Bermúdez Siaba
de bacalao y esencia de patata. Almorzamos los 24 expedicionarios por seis
pesetas. Tomen buena nota cocineras y administradores y sepan hasta don-
de pueden estirarse veinticuatro reales (honradamente debo confesar que el
pan es cuenta aparte). Dedico la tarde a despachar el rol y a pasar las últi-
mas revistas al barco. A las seis vienen a despedirnos el alcalde, el secretario
del Ayuntamiento, el simpatiquísimo juez Bartolomé Lojo, el secretario del
Juzgado, muchos amigos y un montón de gente. Izamos la bandera de mar-
cha. Media en mí un cúmulo de emociones; tiembla en mis manos la cartilla
de marinero que me acaba de entregar el caballeroso y gentilísimo marino
El Joaquín Pérez con los excursionistas Utreias
D. Xosé Pereira. «Ya soy marinero, ya sé navegar». Llega a bordo, para
acompañarnos hasta Noia, mi gran amigo y antiguo patrón Moncho «Moxe-
tas» disculpa mi buen compañero que te llame por el apodo; tú puedes lla-
marme como quieras; entre nosotros, que somos gente de mar...« A las siete
arriamos la bandera de marcha, levamos anclas e izamos la bandera galle-
ga. La gente del muelle nos despide con emocionadas palabras; Nosotros,
apretados en la proa, cantamos el himno de Ultreia con lágrimas en los ojos,
es un placer infinito que nos llega al alma. Hasta después de salir de la dár-
sena de Louro, navegamos como por un lago de ilusión, luego...luego damos
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