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es un monstruo de piezas agregadas, en cambio,
siguiendo el concepto de “monumento” aceptado por Boito, las modificaciones y agregados de
un edificio, deben ser tratados como parte del monumento o como monumentos por sí mismos,
aunque, evidentemente existen excepciones de aquellos agregados que resten valor artístico o
histórico al objeto en cuestión.
Al observar la “fig. 1” e iniciando con la definición más simple de restauración como la
actividad de devolver cualquier cosa a su estado original, es falaz la idea de restablecer las
características primigenias del monumento, puesto que es imposible obstruir la vialidad para
restituir el área perdida con la ampliación de la avenida 11 Sur, y desde este punto, la teoría de
Viollet-le-Duc de restaurar un edificio tal y como debería haber sido en su completa idealidad
formal queda descartada. Como contraparte, la postura de Ruskin tampoco acierta al pensar que
la muerte digna del edificio es el camino a seguir y que la restauración es destrucción por
Fig. 1 Del lado izquierdo, una hipótesis del estado original de la Antigua Garita de Amatlán; del lado derecho, el estado actual del
inmueble con las modificaciones, agregados y mutilaciones.
modificar su memoria y aspecto, no hay que olvidar que los edificios y las cosas materiales están
al servicio del hombre, por lo tanto, el negar la oportunidad a generaciones futuras de poder
conocer lo que alguna vez fue por el simple hecho de darle “dignidad”, es creer que el edificio
tiene valor por el simple hecho de ser edificio sin entender que sin la apreciación humana no
existiría ni importaría que todo eso se esfumara. Probablemente la postura más aceptable sería
la propuesta por Boito, que acepta que la restauración es necesaria para preservar el patrimonio,
aunque su postura tan estricta de respeto a los agregados es un tanto radical, pues no todos
aportan valor al inmueble; un juicio de valor es necesario para entender que elementos es
necesario conservar y que otros no merecen permanecer en la piel de los monumentos.
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