Page 36 - La Quinta_Abril-Mayo2020
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contemplaciones de obras de arte. En un lugar especial, el Libro
de los libros, flanqueado por los escritos de Teresa de Ávila y Juan
de la Cruz. Le recuerdo en el Valladolid de El Norte de Castilla, en
la librería Lara y en su casa de Alcazarén, donde te invitaba a dar
gracias por las mañanas que nos son concedidas. Le veo nítido en
El mudejarillo, esa hermosísima y peculiarísima semblanza de san
Juan de la Cruz.
Le veo en Los cuadernos de Rembrandt, análisis lúcido de
nuestra posmodernidad. Aprecio su sabiduría y saboreo la
verticalidad de su literatura, entre las más sustanciales de las
letras españolas de cualquier época. Me parece un hombre
clarividente, atento siempre a lo importante, que disuelve el
dogmatismo de las ideologías con humor cervantino. Habla como
un cristiano esencial, lleno de esperanza y compasión. Su mirada
es piadosa, inclinada ante el
misterio del universo. Su
pregunta por nuestra mísera y
milagrosa condición no conoce
tregua, igual que su denuncia
de la farsa y de sus
mandarines.
Pienso que un escaso
conocimiento del ser humano y
de su historia suele producir
personajes de ficción que
tienden a ser planos, tristes,
triviales. Esa deficiencia puede
darse en escritores -
abundantes en España- que
dominan la forma y reciben
premios prestigiosos.