Page 37 - La Quinta_Abril-Mayo2020
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               En  autores  que  no
         sospechan  la  hondura  del
         misterio  humano  que  se
         vislumbra,     por    ejemplo,
         cuando  nos  asomamos  de
         verdad a la muerte.

               Pero,       sin       esa
         perspectiva      abierta      e
         inquietante, está claro que no
         habría Hamlet ni Raskolnikov,
         ni  Antígona  o  don  Quijote.  Y
         tampoco       tendríamos     la
         cordialidad  maravillosa  de
         Dickens,  Saroyan,  Natalia
         Ginzburg, Marisa Madieri o las
         Brontë.  En  ese  catálogo  de
         autores  bien  podría  figurar  José  Jiménez  Lozano,  pues  ha
         cultivado con enorme talento el ensayo, la novela, la poesía y la
         columna de prensa. Además, de tanto en tanto nos obsequiaba
         con dietarios esmeradamente publicados por Pre-Textos, donde
         tomaba el pulso a la actualidad de España y auscultaba el alma
         de  Europa.  ¿Cómo  veía  el  panorama?  Lo  resume  en  una
         metáfora tan elocuente como inquietante. Cuando el Titanic está
         medio hundido y en su casco solo se lee “TIT”, los pasajeros que
         se  van  a  ahogar  siguen  de  fiesta,  igual  que  los  españoles  y
         europeos contemporáneos, felices con su relativismo y su dieta
         baja  en  calorías,  sus  vacaciones  en  la  nieve  y  su  legislación
         abortista, su gastronomía y sus redes sociales.

               Él, por supuesto, jugaba en otra liga.

                                                       José Ramón Ayllón
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