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Y en un parpadeo, 13 años de formación, experiencias y aprendizajes han
culminado. El año 2020 ha sido complejo e impactante, un año de transfor-
maciones sin duda alguna; sin embargo, gracias a este periodo tan enigmáti-
co, he podido profundizar y reflexionar acerca de mis valores como persona y
la importancia que tienen mis relaciones afectivas en mi proceso espiritual.
Dicho esto, quiero agradecerle a mi madre por brindarme cantidades inmen-
sas de amor incondicional, por luchar contra las adversidades que se nos han
presentado, por ser la persona que más amo en el mundo y por enseñarme
que el significado de la vida es la búsqueda de la felicidad verdadera. Por ser
el pilar fundamental de lo que represento como persona, gracias mamá. Tam-
bién quiero agradecer a mi abuelita Chita; aunque tu mente te abandone, la
mía nunca podrá olvidarte. Además, quiero darle las gracias a mi tía May y a mi
hermano José, soy bendecido de tenerlos en mi vida y los adoro con todo mi
corazón. Igualmente quiero agradecer al colegio por brindarme un espacio de
paz y descubrimiento personal. En el colegio conocí personas maravillosas
que han dejado una marca permanente en lo que me define como ser
humano. Gracias colegio San Ignacio de Loyola por mi crecimiento académi-
co y espiritual, por los momentos difíciles que han endurecido mi carácter, por
los instantes de inmensa alegría en los que me sentí en paz y por brindarme
las herramientas para construir un futuro resplandeciente.
“Naciste con un propósito, ser feliz y hacer felices a los demás” (Salomé
Camacho Burgos).