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Y llegó el día, el día donde se supone que debo de plasmar en breves palabras lo que esta etapa
significó para mí, un día que jamás pensé que iba a llegar, pero aquí estoy, intentado encontrar las
mejores palabras para cerrar este capítulo tan increíble de mi vida, un capítulo lleno de aventuras,
aprendizajes, caídas, pero también victorias, un capítulo que me hizo crecer y convertirme en una
mejor escritora para lo que será el libro de mi vida. Desde que llegué a Medellín, todo fue un
cambio, pero sin lugar a dudas fue el mejor, no puedo estar más agradecida con mis padres por
tan excelente decisión y tanto apoyo durante cada uno de mis años escolares. Cuando entré a
la sede del Infantil conocí un mundo nuevo, donde hice amistades, jugué a más no poder, fui a la
enfermería a que me sacaran un diente, me vestí de antioqueña, entré al coro, y mil historias más
que me ofreció ese lugar. Después, siguió en mi camino la sede de Mayores, donde seguí jugan-
do por un tiempo, bailé hasta más no poder, participé en olimpiadas y oratorias, desarrollé mi
liderazgo a través del consejo de clase y el consejo estudiantil, donde Santiago Genoy me ayudó
por varios años, participé en los cursos de Pastoral y en la ONU, donde tuve el privilegio de ser la
secretaria general y a su vez de conocer una pasión y a diferentes personas que compartían ese
mismo amor. En el colegio también conocí a los grupos de amigos que tengo hasta el día de hoy,
como Apocalipsis, que me ha apoyado durante mucho tiempo, Aguardiente pal chofer y mi
grupo de chicos ONU, que han hecho de mi vida escolar un proceso emocionante. Por último,
quiero agradecer a mis profesores, que fueron una luz en el camino, y quiero dar las gracias
principalmente al Fox por sus consejos y su protección, a Muñetón por sus chistes malos y su
pasión, a Natalia Godoy por su increíble cercanía y acompañamiento, a Jenny Obando por su
gran perseverancia, a Fercho por su hermosa ternura y a Claudia Vargas por su inigualable
entrega; ellos se llevan todo mi corazón, de cada uno aprendí cosas hermosas y fueron mi mayor
ejemplo. Y obviamente gracias a mi increíble promoción 2020, que me enseñó a ser resiliente y
me dio los mejores años de mi vida.
No me queda más que agradecer al Colegio San Ignacio que me hizo la Valeria con grandes
sueños y metas y con muchas ganas de seguir escribiendo su historia.