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En busca de mi nuevo curso por este océano repleto de misterio y ensueño, apunté mi brújula
para que me indicara dónde sería el nuevo destino que deseaba mi ser. Fue así como la Isla
de Eroda sería mi nueva hazaña.
Comencé mi travesía con grandes inquietudes, temores y algo desconcertada, ya que era un
largo viaje, sin embargo, algunos piratas relatan que es de los lugares más mágicos que cono-
cen, esto se debe a una antigua leyenda que cuenta que la clave para visibilizar la isla está en
encontrarte a ti mismo. Es de está forma como mi viaje se asemejaba a aquel pez que quiere
encontrar su lugar en el inmenso océano que lo rodea, enfrentando grandes peligros y aven-
turas a lo largo de su vida.
En mi travesía, tuve la oportunidad de parar en dos grandes puertos que me dejaron inmen-
sas enseñanzas. El primero fue la isla de Nunca Jamás, aquí aprendí que los sueños y la
confianza en ti mismo son la clave para poder alcanzar y volver realidad aquello que imaginas.
El segundo fue el País de las Maravillas, un lugar en donde debes empezar tu día contando 6
imposibilidades a la vez y te darás cuenta de que serán posibles si tú lo crees.
Es así como aprendí que la imaginación es la única arma en la guerra contra la realidad; que
no soy extraña, rara, ni loca; mi realidad es diferente a la tuya, y que tengo derecho a pensar.
Luego de haber pasado por tan intrigantes y exorbitantes lugares, pude llegar a mi destino…
Eroda, un lugar donde el cielo es dorado y las olas rompen en tus oídos como una pequeña
melodía, fue así como encontré aquello que tanto anhelaba, aquel amor incondicional, una
amistad que me completaba y me identificaría y esas sabias personas que impactaron por
completo en mi vida. Es de esta forma como entendí que no todos los tesoros son de plata,
sino aquellos que te completan y te ayudan en esa travesía de encontrarte a ti mismo. De este
modo, doy por terminada mi primera expedición por este mundo repleto de curiosidades y
me llevo conmigo grandes recuerdos preservados en letras y fotografías. Gracias, Eroda.
“En la vida hay amores que nunca pueden olvidarse”.