Page 23 - Apofénicos Vol.3
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Estaba perdido ensimismado en laberintos nuevos de horizonte.
Hasta ese entonces seguía en una especie de locura funcional que
me llevaba de ida y vuelta a la misma cama. Y otra vez al mismo
sueño: donde me encontraba al borde de un risco y justo antes de dar el
último paso de mi cuerpo salian alas. Cada pluma decía y murmuraba palabras
de lo que estaba hecho, eran tantas voces. Solo faltaba algo, ese algo estaba
en el fondo allá de bajo. Y lo sabía.
Estaba listo para el salto, pero siempre algo me hacia voltear la
mirada y ver pupilas gigantes que como hilos me sujetaban
-Amor- Cristal en gotas rodaban, y al caer estallaban
filosos prismas que se clavaban directo en mi cuerpo.
Oh! No me amen déjenme saltar…. allá debajo están las fuerzas, el coraje
y todo lo perdido. Con seguridad de ahí me elevaré, regresaré para tomar
sus manos y llevarlos hasta lo más alto donde se guardan los sueños por
encima de donde se besan las nubes. Oh! No me amen déjenme saltar.
Ese sueño era recurrente.
...“Después de mirar mis manos. Di unos cuantos pasos más. Me
agache a sentir el pasto y su abundante vida. Era como acariciar una
mascota gigante. Una gran sonrisa larga me conectó a la tierra. Me
dieron ganas de dar maromas y estirar mi cuerpo sobre ella.
Quedé nariz arriba y elevé mis rodillas. Comencé a gatear en lo
profundo del cielo ya estrellado. Me sentí flotando en ese espacio
donde no hay arriba ni abajo. Solo hallaba un fragmento más
de mi existencia. Un fragmento prismático que se podía apreciar
desde diferentes ópticas y reflejos. Me di cuenta de que estaba tan
fragmentado por el tiempo inventado y su paso incesante. Que cientos
de fibras me ataban a su pasado al “Magnificar” el tiempo eterno. Por
lo que sentí perdidas, nostalgia, olvido. Al mismo tiempo al tiempo
“Minimicé” y el resultado fue diferente. Comencé a concentrarme en
minutos, en segundos, en primeros. Y conforme lo hacía crecía mi
control a elegir lo que sucedía.
Era el presente. Que se hacía presente.
Me sentí capitán de mi nave cuerpo a través de la copiosa prodigalidad
de la existencia humana y de ese maravilloso viaje, cruzando en
tiempo y su subjetiva transitoriedad. La noche se estiró tanto; que me
habló al oído, actuó para mis ojos y se fundió en mi corazón hasta
que me quedé dormido.
Un silbido leve me despertó... luego dos, luego otra vez uno, dos, tres
y cuatro seguidos. Se anunciaba ser un único el autor y repito su
canto entre siete y nueve veces. Mi atención comenzaba a ser plena y
se estaba evocando el nuevo día extendiendo como gran sábana un
lienzo al aire.
Te presento.
| por Adán Correa
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