Page 22 - ¿Quién se ha llevado mi queso?
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Sus hogares ya no eran los lugares acogedores y reconfortantes que habían sido
en otros tiempos. Los liliputienses tenían dificultades para dormir y sufrían pesadillas
por no encontrar ningún Queso.
Pero Hem y Haw seguían regresando cada día al depósito de Queso Q, donde se
limitaban a esperar.
—¿Sabes? —dijo un día Hem—, si nos esforzásemos un poco más quizá
descubriríamos que las cosas no han cambiado tanto. Probablemente, el Queso está
cerca. Es posible que lo escondieran detrás de la pared.
Al día siguiente, Hem y Haw regresaron provistos de herramientas. Hem sostenía
el cincel que Haw golpeaba con el martillo, hasta que, tras no poco esfuerzo, lograron
abrir un agujero en la pared del depósito de Queso Q. Se asomaron al otro lado, pero
no encontraron Queso alguno.
Se sintieron decepcionados, pero convencidos de poder solucionar el problema.
Así que, a partir de entonces, empezaron a trabajar más pronto y más duro y se
quedaron hasta más tarde. Pero, al cabo de un tiempo, lo único que habían
conseguido era hacer un gran agujero en la pared.
Haw empezaba a comprender la diferencia entre actividad y productividad.
—Quizá debamos limitarnos a permanecer sentados aquí y ver qué sucede —
sugirió Hem—. Tarde o temprano tendrán que devolver el Queso a su sitio.
Haw deseaba creerlo así, de modo que cada día regresaba a casa para descansar y
luego volvía de mala gana al depósito de Queso Q, en compañía de Hem. Pero el
Queso no reapareció nunca.
A estas alturas, los liliputienses ya comenzaban a sentirse débiles a causa del
hambre y el estrés. Haw estaba cansado de esperar, pues su situación no mejoraba lo
más mínimo. Empezó a comprender que, cuanto más tiempo permanecieran sin
Queso, tanto más difícil sería la situación para ellos.
Haw sabía muy bien que estaban perdiendo su ventaja.
Finalmente, un buen día, Haw se echó a reír de sí mismo.
—Fíjate. Seguimos haciendo lo mismo de siempre, una y otra vez, y encima nos
preguntamos por qué no mejoran las cosas. Si esto no fuera tan ridículo, hasta
resultaría divertido.
A Haw no le gustaba la idea de tener que lanzarse de nuevo a explorar el
laberinto, porque sabía que se perdería y no tenía ni la menor idea de dónde podría
encontrar Queso. Pero no pudo evitar reírse de su estupidez, al comprender lo que le
estaba haciendo su temor.
—¿Dónde dejamos las zapatillas de correr? —le preguntó a Hem.
Tardaron bastante en encontrarlas, porque cuando habían encontrado Queso en el
depósito de Queso Q, las habían arrinconado en cualquier parte creyendo que ya no
volverían a necesitarlas.
Cuando Hem vio a su amigo calzándose las zapatillas, le preguntó:
—No pensarás en serio en volver a internarte en ese laberinto, ¿verdad? ¿Por qué
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