Page 56 - ¿Quién se ha llevado mi queso?
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Angela.
               —Yo diría que sí —contestó Elaine.
               —Pues  yo  no  estoy  tan  segura  —dijo  Cory—.  Algunas  personas  no  cambian
           nunca, y pagan por ello un precio muy alto. En mi consulta médica veo gente como

           Hem. Se sienten con derecho a disfrutar de su «Queso». Cuando se les arrebata, se
           sienten  como  víctimas  y  le  echan  la  culpa  a  otros.  Enferman  con  mucha  mayor
           frecuencia que aquellas otras personas que dejan atrás el pasado y siguen avanzando.
               Entonces, casi como si hablara consigo mismo, Nathan dijo en voz baja:

               —Supongo que la cuestión es: ¿de qué necesitamos desprendernos y hacia qué
           necesitamos seguir avanzando?
               Durante un rato, nadie dijo nada.
               —Debo admitir —siguió diciendo Nathan— que me di cuenta de lo que estaba

           sucediendo con tiendas como las nuestras en otras partes del país, pero confiaba en
           que eso no nos afectaría a nosotros. Supongo que es mucho mejor iniciar el cambio
           mientras aún se puede, en lugar de tratar de reaccionar y adaptarse a él una vez que
           ha ocurrido. Quizá seamos nosotros mismos los que debamos cambiar de sitio nuestro

           Queso.
               —¿Qué quieres decir? —preguntó Frank.
               —No  dejo  de  preguntarme  dónde  estaríamos  hoy  si  hubiéramos  vendido  la
           propiedad  donde  se  hallaban  instaladas  nuestras  viejas  tiendas  y  hubiésemos

           construido un gran supermercado capaz de competir con el mejor de ellos.
               —Quizá Haw se refirió a eso al escribir en la pared algo así como: «Saborea la
           aventura y muévete con el Queso» comentó Laura.
               —Creo  que  algunas  cosas  no  deberían  cambiar  —dijo  Frank—.  Por  ejemplo,

           deseo  aferrarme  a  mis  valores  básicos.  No  obstante,  ahora  comprendo  que  estaría
           mucho mejor, si me hubiera movido antes en la vida, siguiendo al «Queso».
               —Bueno, Michael, ha sido una bonita parábola —intervino Richard, el escéptico

           de la clase—, pero ¿cómo la pusiste en práctica en tu empresa?
               El grupo no lo sabía aún, pero el propio Richard también estaba experimentando
           algunos cambios. Recientemente se había separado de su esposa y ahora trataba de
           compaginar su carrera profesional con la educación de sus hijos adolescentes.
               —Bueno —contestó Michael—, pensé que mi trabajo consistía simplemente en

           gestionar  los  problemas  cotidianos  tal  como  se  presentaban.  Lo  que  debería  haber
           hecho, en realidad, era mirar hacia delante y prestar atención a lo que sucedía a mi
           alrededor.

               »¡Y  vaya  si  gestionaba  los  problemas!  ¡Durante  veinticuatro  horas  al  día!  No
           resultaba muy divertido estar a mi lado. Me encontraba en medio de una competencia
           feroz de la que no podía salir.
               —Lo  que  hacías  era  gestionar  —le  dijo  Laura—,  cuando  deberías  haberte
           dedicado a dirigir.

               —Exactamente —asintió Michael—. Entonces, al escuchar el cuento de ¿Quién



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