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La autoestima se define como la valoración que cada uno tiene de si mismo, en
cuanto a su forma de ser, sus rasgos corporales, mentales y espirituales. Esta
visión se aprende, se cambia y se puede mejorar. Desde pequeños empezamos
a formarnos un concepto y este parte de cómo nos ven nuestros mayores,
compañeros y amigos, entre otros, y las experiencias que vamos adquiriendo. La
autoestima tiene que ver con lo que sentimos y pensamos de nosotros mismos,
respondiendo a la pregunta ¿cuánto me valoro? La autoestima tiene unos
elementos que la componen y que, en la medida que los desarrollemos,
podremos mejorar nuestros niveles de amor propio. Veamos cuales son:
AUTOIMAGEN: es la imagen que tengo de mí mismo, es decir, aquello que
siento frente a mi cuerpo y el grado de aceptación frente a éste. La autoimagen
es aprendida a través de nuestras experiencias con el ambiente inmediato
(amigos, novios, familia) y del aprendizaje social que hacemos de los medios de
comunicación.
AUTOEFICACIA: es la capacidad para hacer bien las cosas, la energía para
alcanzar los resultados propuestos y lograr el éxito en mis proyectos. Es
básicamente una opinión efectiva de uno mismo. Es sentirse capaz de realizar
las cosas, sabiendo que todas no se pueden hacer siempre y que por ello no
se deja de ser valioso e importante. La autocrítica es buena y productiva si se
hace con cuidado. La desconfianza en uno mismo acaba con las capacidades y
habilidades.
AUTOCONCEPTO: es nuestro conocimiento de lo que hemos sido y hecho. Su
función es guiarnos a decidir lo que seremos y haremos en el futuro. Es aquello que
pensamos de nosotros mismos. En este se encuentran las percepciones acerca
de nuestra historia, aspiraciones, cualidades, limitaciones, y potencialidades.
AUTORRECOMPENSA: es otra manera de expresarnos afecto, es el proceso
por el cual nos estimulamos. Puede darse cuando nos hablamos positivamente
a nosotros mismos y nos decimos “voy Bien,” “lo puedo hacer mejor.” Hay que
reconocerse lo bueno, sin caer en soberbia.
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