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Bristleback
Nunca dispuesto a darle la espalda a una pelea, a Rigwarl se le
conocía por enfrentarse a los camorristas más grandes y crueles que
podía encontrar. Apodado Bristleback por las muchedumbres de
borrachos, se metía en peleas en la trastienda de todos los bares de
carretera entre Slom y Elze, hasta que finalmente sus hazañas
llamaron la atención de un camarero en busca de alguien que hiciera
cumplir las normas. A cambio de algo que beber, Bristleback fue
contratado para pasar cuentas, mantener la paz y romper una o dos
piernas de tanto en tanto (o cinco en el caso de un arácnido
desafortunado).
Tras dejarse llevar en una noche de alegría durante la cual daño
físico fue repartido por igual entre clientes problemáticos y su hígado,
Bristleback encontró por fin un rival digno. "Sus colmillos me ofenden,
señor", se le oyó farfullar a un tipo particularmente grande de los
páramos del norte al que le había llegado la hora de pagar. Lo que
aconteció después fue una pelea de las que hacen época. Una docena de
luchadores se apuntaron. No quedó ni un taburete sin romper y al
final, sucedió lo imposible: la cuenta se quedó sin pagar. A lo largo de
las siguientes semanas, las heridas de Bristleback sanaron y sus
espinas volvieron a crecer; pero su honor es un asunto más espinoso.
Pagó la cuenta de su propio bolsillo, jurando encontrar a este
norteño y hacer justicia. Y entonces hizo algo que nunca había hecho:
se entrenó y al hacerlo hizo un descubrimiento asombroso sobre sí
mismo. Una sonrisa se dibujó en sus dientes en el momento en que agitó
sus espinas. Darle la espalda a una pelea podría resultar siendo
idóneo.