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Colegio de Educación Especial Nuestra Señora del Carmen - ASPRONTE Nuestra Voz nº 41
La mayoría de la gente suele creer que practicamos la “gimnasia” que todos hemos hecho en los
primeros años del cole y que ahora se ha puesto de moda llamar psicomotricidad (dirigida):
Saltar a la pata coja en aros de colores, botar el balón y seguir circuitos en orden, según lo que el
profesor o “monitor” dice.
Lo psicomotor como referencia al cuerpo y al movimiento es la característica común, pero lo
RELACIONAL, es la gran diferencia. Por suerte, algunos colegios ya empiezan a tener salas
acondicionadas y profesionales especializados, pero la mayoría de centros publicitan la
psicomotricidad como un extra de calidad y todavía siguen anclados en prácticas de los años 70.
Ayudamos al niño a ponerse en relación con su propio cuerpo, con el espacio, con los objetos,
con el adulto y con sus iguales. Si nos observamos, nos daremos cuenta de que dependemos de
las relaciones que establecemos. Una buena relación de pareja nos da felicidad, tener buena
relación con los compañeros de trabajo nos motiva en la tarea… Y, si pensamos en cómo nos
relacionamos, veremos que el cuerpo es la llave que abre toda puerta de relación. Si no nos
apetece estar con alguien, nuestro cuerpo se tensa en señal de rechazo. Sin embargo, veamos
cómo está nuestro cuerpo al ver a nuestros hijos, o a alguien querido: una gran sonrisa en la
cara, los ojos bien abiertos y el cuerpo dispuesto a recibir y dar amor. Nos construimos en la
relación con el otro, desde el cuerpo. Y los niños todavía más, porque el lenguaje aún no es su
herramienta de comunicación principal. Por eso, la psicomotricidad relacional ayuda al niño a
ponerse en relación, y con ello, a afrontar lo mejor posible situaciones que se van a repetir
durante toda su vida.
La psicomotricidad relacional acompaña las acciones del niño con un adulto (psicomotricista)
que no le ordena, sino que le propone acciones para que su juego evolucione, con límites claros
para su seguridad física y emocional.
En España todavía es poco reconocido, pero somos profesionales con una formación amplia y
sólida que incluye disciplinas como la pedagogía, la psicología del desarrollo y la educación, la
sociología... Además de cada una de las especializaciones de base de cada profesional.
Hacemos un profundo trabajo de análisis personal y profesional en cada intervención y
trabajamos junto con otros profesionales para adaptarnos lo mejor posible a cada niño. Todo lo
que hacemos y decimos en la sala tiene un sentido y no jugamos con el niño, sino PARA el niño.
Los niños y niñas necesitan expresar todo lo que tienen dentro. Alegría, rabia, miedo, tristeza,
frustración... En la sala de psicomotricidad no hay un estándar para hacer las cosas. No se hacen
las cosas “porque toca”. Saltan, gritan, corren, hacen volteretas, juegan solos y en grupo,
recuerdan a mamá pero se reaseguran de la ausencia en su juego, se enfadan, lloran y se
recomponen. Cada acción surge de lo más profundo de cada niño, respondiendo a su propia
necesidad. Y el psicomotricista no juzga, sino que valora cada gran paso que el niño da en su
evolución, confiando siempre en él.
Artículo de Nuria Pérez. Psicomotricista Relacional.
Marta y Cheche (Logopeda y Fisioterapeuta).
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