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Literatura 1° Secundaria
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SEMANA
Cantar de los nibelungos (Aventura III)
Cómo Sigfrido vino a Worms
Sigfrido oía que entre los borgoños había una doncella tan hermosa como sólo se puede desear.
Con ésa mucha alegría empezó para él mucha pena.
Era muy conocida la hermosura de Krimilda, pero cierto es que también más de un héroe conoció su orgullo.
Sigfrido sí sabía ganar bellas mujeres.
Dijo: ―Quiero escoger a Krimilda, la bella princesa de los borgoños.
Ningún emperador es tan rico y poderoso para que ella no sea digna de él‖.
Mucho me preocuparon sus padres y trataron de disuadirlo de su plan.
Mas él les dijo: ―Prefiero quedarme sin mujer si no puedo tener la que yo quiero. Hablar podéis cuanto
queráis‖.
―Si no quieres hacer caso, debo ayudarte en cuanto pueda, dijo el rey Sigemunt; hay muchos hombres
altaneros alrededor del rey Gunter, uno es Hagen que puede ser tan arrogante.
Temo que un día te arrepentirás de la petición de mano‖.
―No quiero ir con armas, dijo Sigfrido, doce hombres me bastan para acompañarme. Debo ver cómo es
Krimilda‖.
Bellas mujeres trabajan día y noche haciendo los vestidos para Sigfrido, nada podía faltar en esta expedición;
también prepararon las claras armaduras, los yelmos y los escudos.
El día de la partida muchos se tornaron tristes.
¿Regresarían? Los héroes miraban pensativos, y algunas muchachas sollozaban, pues su corazón les decía
que iban a perder a muchos amigos en este viaje; y corazón estaban afligidas.
El séptimo día llegó a Worms.
De oro brillaban los vestidos y los caballos andaban tranquilos.
Los escudos eran nuevos, brillantes y anchos, relucían los yelmos.
Entraron en la corte de Gunter; jamás se había visto tanto lujo en caminantes.
La gente, atónita, los miraba. Luego decían:
―Si queréis ver al rey, en su castillo ha de estar junto con sus héroes‖.
Ya sabía el rey de la llegada, pero ninguno de los borgoños podía decirle el origen de los forasteros.
Buscaron entonces a Hagen que sabía mucho de países extraños, y orgulloso llegó Hagen ante el rey.
―Hay caballeros extraños en mi corte que nadie conoce.
Si los habeís visto alguna vez, decidme quiénes son‖.
Hagen miró desde la ventana a los forasteros, le gustaba su aspecto, mas no los conocía.
Pensaba, sin embargo, que eran príncipes o mensajeros de príncipes.
―Jamás he visto a Sigfrido —empezó— pero casí diría que es él mismo quien allá está parado como rey.
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