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Literatura 4° Secundaria
— ¡Ay, Dios! —díjose entonces— ¡Qué cansada es la profesión que he elegido!
Un día sí y otro también de viaje. La preocupación de los negocios es mucho mayor cuando se trabaja fuera
que cuando se trabaja en el mismo almacén, y no hablemos de esta plaga de los viajes: cuidarse de los
enlaces de los trenes; la comida mala, irregular; relaciones que cambian de continuo, que no duran nunca, que
no llegan nunca a ser verdaderamente cordiales, y en que el corazón nunca puede tener parte. ¡Al diablo con
todo!
Ernest Hemingway
Nace en Oak Park (Illinois) en 1899. Desde muy joven se dedica al
periodismo y colaborando en muchos diarios y revistas de su patria.
Fue testigo presencial de los más grandes acontecimientos mundiales:
Primera Guerra Mundial, Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial.
A estos dos últimos acontecimientos asistió como corresponsal de guerra.
Llevó una vida bohemia y llena de vitalidad, su juventud permaneció hasta su
muerte. Fue un trotamundos empedernido. Conoció muchos lugares y
culturas. Durante buen tiempo radicó en París en donde entabla amistad
con Ezra Pound y Gertrude Stein e integra la Generación perdida. Recibe el
Premio Nobel de Literatura en 1954.
Muere en Ketchum (Idaho) en 1961, suicidándose con una de sus
escopetas preferidas.
Obras
Fiesta, Adiós a las armas, Muerte al atardecer, Las nieves del Kilimanjaro, Por quién doblan las campanas,
Tener o no tener, Quinta columna, El viejo y el mar.
El viejo y el mar
Tema: La lucha del hombre contra la adversidad
Novela corta, de unas cien páginas, publicada en 1952,
considerada como síntesis de la actividad creadora de
Hemingway. Apenas si existe trama en este libro escrito
en un estilo que mezcla el aliento épico de los relatos
populares y la desnudez y la ternura del lenguaje hablado.
Era un viejo que pescaba solo en un bote en el Golf Stream
y hacía ochenta y cuatro días que no pescaba un pez. Así
comienza el relato de la historia de Santiago, un viejo
pescador de La Habana que estuvo acompañado los
cuarenta primeros días por un muchacho, su mejor amigo,
que se ha visto obligado a dejarlo. Santiago está solo y
viejo; todo es viejo en él, salvo sus ojos que tienen “el
mismo color del mar y son alegres e invictos”.
Ayudado una vez más por el muchacho, Santiago se hace
otra vez a la mar; nada ocurre durante las primeras horas;
lejos ya de la costa, un pez muerde el anzuelo: es un
gigantesco pez espada que durante tres días y tres
noches mantiene una lucha a muerte con el pescador,
arrastrando el bote. Pez, seguiré hasta la muerte... jamás he visto un pez así, ni he oído hablar de él. De
todos modos, tengo que matarlo. Me alegro que no tengamos que matar las estrellas. El agotamiento va
mermando las fuerzas del pescador. Me estás matando, pez... pero tienes derecho. Hermano, jamás en mi
vida he visto cosa más grande, ni más hermosa, ni más tranquilo ni más noble que tú. Vamos, ven a
matarme. No me importa quién mate a quien.
Pero termina triunfando el pescador, que regresó al puerto con el gigantesco pez espada atado al bote; sin
embargo, antes de llegar a puerto, los tiburones atacan y devoran al pez, del que solo queda la cabeza, el
esqueleto y la cola. El viejo, decepcionado, se siente vencido; pero el muchacho y le replica rápido. “No, él no,
él no le derrotó”. Santiago, por haber sabido enfrentarse a la derrota, ha enriquecido anímicamente a la
comunidad, que comprende ahora por qué siempre le habían admirado. En la soledad, el viejo había hecho
ejemplares su pena y su esperanza. Algunos temas característicos de la obra de Hemingway encuentran su
apoteosis expresiva en El viejo y el mar: la idea de la aceptación solidaria del destino; la tensa relación del
hombre con la naturaleza; el sentimiento de la muerte disuelto en una especie de mística y sensual
afirmación de la vida. A través de la multiplicación de sus planos —los simbólicos y los reales— confluyen a su
lenguaje algunas de las vetas que han participado en la elaboración de su estilo. Y esto, con un idioma cuya
habitual economía y sobriedad se han ido acentuando en toda su obra, logra en El viejo y el mar una síntesis
expresiva de diafanidad y exactitud que concurre magistralmente a exaltar el relieve violento del protagonista
y su tema. El simbolismo del libro es, sin duda, demasiado aparente para dejar de ser una debilidad; el logro
radica en la belleza literaria de la escritura.
do
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