Page 7 - LA ODISEA DE LEAH Raquel Garcés
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2. EL COLEGIO DE LOS MUCHOS NOMBRES
Leah se toma muy en serio lo que hace, tan en serio que cuando una cosa no sale como ella espera,
se siente triste. Es como si la tristeza se metiera dentro de ella, se aglutinara, y le obligara a mirar
el suelo mientras unas lagrimillas discurren mejilla abajo hasta formar charcos insignificantes. Pero
claro, si la tristeza no se marcha, los charcos crecen y anegan las juntas de los azulejos de su
habitación, después empapan los vestidos de sus muñecas como si se hubiesen hecho pis encima
—esto es especialmente engorroso para Leah y para las avergonzadas muñecas— y al final del
berrinche se puede nadar haciendo el muerto sobre su cama.
Cuando se siente así no tiene ganas de seguir aprendiendo: es más, todo lo que ha
aprendido le parece vacío y zonzo. Entonces su madre le dice:
—Cualquiera diría que Cronos te está devorando enterita.
Y Leah, que es algo dramática, contesta:
—¡Ojalá fuera eso! ¡Así no tendría que equivocarme más!
Como solución a un problema no está del todo mal, pero es un poco asqueroso ser devorado por
un dios enloquecido y hambriento.
—Te preocupas sin motivo. En la próxima prueba de ingenio puedes reflexionar más, antes de
contestar. O que conteste otro.
En realidad contestó otra, su compañera Gloria. Leah levanta el dedo como si lo fuera a disparar
de un momento a otro, pero hay poco que se pueda responder a eso y lo acaba bajando. Las
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