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BLANCA VOCACIÓN…



                                                                                                        Una palabra efímera como tan compleja a la vez, pero que sin dudarlo
                                                                                                      es el primer logro de muchos, cuando entendí su verdadero significado y
                                                                                                      el para qué fui elegida. Sentimiento que me enseñó el porqué de estudiar
                                                                                                      tantas horas, tantos nombres, e infinidad de conceptos por aprender y
                                                                                                      memorizar. Interminables desvelos, amanecidas constantes, y páginas sin
                                                                                                      acabar de ser leídas; a la par de la ausencia del calor familiar al no poder
                                                                                                      compartir con ellos. Los malos y buenos días donde el cansancio no tiene
                                                                                                      horario; la frustración en toda su expresión, pero también el real sentir
                                                                                                      de lo que puedo lograr, sabiendo que podré comerme al mundo gracias al
                                                                                                      conocimiento adquirido, de la mano de la mejor aliada, la memoria, y con
                                                                                                      las siglas como nuevo método de comunicación.
                                                                                                        Y es ella, la vocación, quien, mediante varias pruebas y tropiezos,
                                                                                                      aciertos y felicidad, me entregó el poder absoluto para hacer algo dife-
                                                                                                      rente por lo demás, sintiendo que la satisfacción y entrega, son mi propio
                                                                                                      orgullo; el mismo que luego de muchos años de preparación, al conver-
                                                                                                      tirme en MÉDICO, me dejó perpleja, porque la inseguridad y el miedo a
                                                                                                      no encajar aparecieron, porque es aquí, de donde lo bueno parte; recor-
                                                                                                      dando que todo sacrificio vale la pena.

                                                                                                        Ella me llevó a iniciar la real vida, vestida de blanco, infundiendo
                                                                                                      respeto y admiración, gratitud y esperanza; donde las duras batallas se
                                                                                                      presentaron y lo seguirán haciendo, conociendo que la muerte visitará en
                                                                                                      más de una ocasión, pese a que la ignore; reconociendo que algo superior
                                                                                                      me eligió como su instrumento para ayudar a la humanidad, y hacerlo
                                                                                                      sola no importa porque las armas para el combate están en mi cabeza. La
                                                                                                      palabra anamnesis, se convirtió en mi “As” bajo la manga, los primeros
                                                                                                      pacientes fueron mis rompecabezas favoritos, y la consecuencia de las
                                                                                                      decisiones siempre estará al asecho ante cualquier error.
                                                                                                        Son diversos los caminos que ella me presentó, como muchos los obs-
                                                                                                      táculos que acompañarían si no elegía de manera adecuada. Eso sí, es
                                                                                                      inobjetable que las decisiones duras y crueles son el pan de cada día, y un
                                                                                                      “gracias doctor”, se convierte en el energizante respectivo. En esta tra-
                                                                                                      vesía interminable, de mi dependía convertirme en el médico que quería
                                                                                                      ser, de nadie más, sabiendo que rendirme no es alternativa, mucho menos
                                                                                                      posibilidad, y que tanto tolerancia como paciencia son inseparables.
                                                                                                        Eran las 22:55 y ella me tenía preparado el primer enfrentamiento
                                                                                                      con la muerte, lejos de mi ciudad, en un hospital básico que casi colin-
                                                                                                      daba con la frontera norte, cuando apenas empezaba a acostumbrarme al
                                                                                                      turno de 24 horas. Sigilosa e inteligente llegó a la puerta de emergencia
                                                                                                      por medio de una paciente femenina, de 16 años, con 36,5 semanas de
                                                                                                      gestación, sin ningún control prenatal previo, aduciendo que su partera

                                                                                                      Regreso al Indice                                      179
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