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UN MEDICO EN LA FAMILIA



                  Cuando se decide estudiar la carrera de Medicina, los familiares, sean
               padres, hermanos, abuelos, tíos o primos, son los primeros en expresar
               apoyo a la elección tomada, acompañado de todo el ánimo posible y los
               buenos augurios al respecto. Desde ese instante, para ellos, yo ya era el
               médico de la familia. Esa demostración de amor es la que me motivó, y
               sucede hasta el sol de hoy, a esforzarme y poner todo de mí en los es-
               tudios, empezando por aprobar el examen de admisión a la universidad
               elegida.
                  Y desde el inicio, cursando los primeros semestres de la carrera, ya
               sucedía que, bien sea en una reunión familiar, o por medio de una llamada
               o mensaje de texto, eran los primeros en consultarme sobre alguna enfer-
               medad o malestar que presentaban, o con el fin de satisfacer interrogantes
               sobre algún tema, mito o experiencia. Pasó el tiempo y llegó una de las
               experiencias más esperadas: la práctica hospitalaria, conocida como ex-
               ternado; lo más sensacional de esta etapa, fue comprar el uniforme que
               usaría en el hospital al cual me asignaron, ya que, además de dar sentido
               de pertenencia, generó la sensación de trascendencia respecto al servicio
               a la gente. Ni qué decir sobre la primera guardia, donde todo era nuevo
               e inquietante; sin embargo, las experiencias vividas aquel día, me confir-
               maron que nací para esto. Cómo olvidar la alegría de mis padres al verme
               vistiendo uniforme y mandil; guardando su primer recuerdo y plasmán-
               dolo en varias fotografías.
                  Último año de pregrado y con él un nuevo reto: el Internado Rotativo
               de Medicina. Momento que significó pasar la mayor parte del tiempo en
               el hospital y unas pocas horas en casa. Fue, y siempre será, un año lleno
               de experiencias, vivencias, anécdotas y lecciones en la formación como
               médico. El primer día de asistencia al hospital lleva consigo una mezcla
               de miedo, nervios, y a la vez de alegría. No se puede negar que el primer
               día es muy complejo y estresante, producto del desconocimiento físico
               del lugar y la ubicación de cada servicio; es el descubriendo del territorio,
               donde transcurrirá un año calendario.

                  Hoy parece un tanto gracioso y tonto, pero en llenar una simple hoja
               de transferencia podía demorarme más de una hora en las primeras veces,
               como consecuencia de escribir mal por los nervios y el susto. Claro, no
               se podía enviar la documentación con manchas o correcciones, por lo que
               tenía que repetirlo hasta que quede impecable. Después ya era sencillo.
               Además, me correspondía realizar las recetas, atender altas hospitalarias,
               interconsultas y uno que otro procedimiento general como, por ejemplo,
               extraer muestras de sangre y realizar los pedidos de laboratorio o imagen.
               Todo eso, en dos rígidas horas, antes de pasar al área de consulta externa


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