Page 31 - Historias de los jueves
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  LA SILLA
Ángela García
Después de servirse una taza de café sin derramar ni una gota, cuando el color del cielo marcaba aquella ciudad destartalada, Santos salió a la calle, aunque antes pasó por el cuarto de las bicicletas, donde guardaba su pequeño pero auténtico tesoro: su silla. No era nueva, ya que llevaba con él muchas décadas; ni era hermosa, porque tenía las patas descascarilladas; y a primera vista podía parecer pequeña, pero una vez extendida alcanzaba tal tamaño que podía parecer un trono. Eso y mucho más le parecía a Santos su silla. Le había hecho compañía, en silencio había escuchado muchos de sus secretos, y estrechamente unidos habían descansado los dos juntos debajo de aquel árbol al que ahora se dirigía.
Al recogerla cada día del cuarto de las bicicletas recordaba el momento en que se la regaló Sara. Había gastado en ella unos ahorros que tenían para los dos. Él se enfadó un poco, pero al ver la cara picarona de ella no pudo seguir fingiendo que su enfado era monumental. La verdad era que cada vez que pasaban por aquella tienda llena de sillas, ésta era la que atraía todas las miradas de Santos, mas acto seguido recordaba el precio que el dependiente sonriente les había
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