Page 37 - Historias de los jueves
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viajado en metro y su cabeza empieza a negar su regreso.
Sube en el ascensor del metro, él solo, tranquilo. Le sorprende la limpieza. Al salir a la plaza, casi siempre concurrida, solo encuentra las máquinas limpiadoras que son el único sonido de la calle. Agradece que no haya nadie, quiere llegar a casa y ordenarse.
Sale cabizbajo, sin ganas de mirar, pero sus ojos se topan con algo imposible de creer: ella está ahí, sentada en un banco. Sonriente, levanta la mano para atraerle. Le ofrece asiento y esa sonrisa picarona que tanto echaba en falta. Se abrazan, no se lo puede creer. Tienen mucho de que hablar y fluye tranquila la charla.
La ciudad empieza a despertar y los camiones de suministro no cesan de pasar.
—¿Te acuerdas papá cuando jugábamos al Nature Memory y siempre te ganaba? Me encantaba verte esa cara contrariada de chiquillo.
—¿Y nuestra época de la cometa? Subíamos a Artxanda en familia a echarla a volar —responde él.
—Ya... nosotros íbamos a la emisora. No te hacíamos ni caso y tú ahí luchando con los hilos para que cogiera vuelo. De todas todas se iba hacia los árboles... ¡qué caras de rabia ponías! —Se ríe con risa sonora, ríen los dos.
—¿Y recuerdas las salidas dominicales en nuestro viejo coche? El ruido que hacíais era ensordecedor...
Las calles siguen vacías, pero empiezan a aparecer los primeros viandantes: un viejo con su perro, que se acerca y olisquea los pies de ella y luego corre hacia el árbol que está
[Madalen González — 37]

























































































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