Page 53 - Historias de los jueves
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figura del nieto representada en la mente del abuelo al oír su voz esa mañana, le pareció derrotada y triste.
Quedaron a las cinco, hora que a los dos les venía bien. Abrió la puerta del portal; en los minutos que Pablo tardó en subir en el ascensor, por la cabeza del abuelo pasaron fra- ses como en una película. Se decía a sí mismo: «¿No puede ser que pasen cosas tan malas como las de mi pensamien- to?». A su mente acudieron los peores recuerdos de su vida.
Pablo salió del ascensor. Efrén, que le esperaba con la puerta del piso abierta, se asustó al ver su semblante. Llegó a la altura de su abuelo, se derrumbó y si no hubiese sido porque Efrén le sostuvo con los brazos extendidos se hubie- se caído al suelo. El abuelo vio enseguida en los ojos lloro- sos, la pena que lo embargaba. Estaba pálido, desencajado, como un animal herido.
Efrén se asustó de verdad, ya no era porque su nieto más querido sufría, sino también porque con su comportamiento se perfilaba la tragedia. Por fin entró derecho a la sala de estar y se puso a dar vueltas por ella sin saber por dónde empezar. Al final se sentó en una butaca, mientras Efrén, el abuelo, asustado explotó:
—¡Cuéntame de una vez qué pasa! ¿Le ha ocurrido alguna desgracia a Marta o a la niña?
Pablo negaba con la cabeza una y otra vez.
—No, abuelo, es a mí al que todo le pasa. ¡Marta me ha pedido el divorcio! —Efrén se sorprendió.
—¡Como dices! ¿Divorciarse? Pero, ¿qué le pasa a esa chi- ca?
[María Jesús Loizaga — 53]


























































































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