Page 52 - Historias de los jueves
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LA FAMILIA, SIN RESERVAS
María Jesús Loizaga
Era la tercera vez que se asomaba a la ventana, buscaba en la tarde brumosa la figura de Pablo, su nieto. Con una mueca de fastidio y a la vez de intranquilidad se retiraba de la ventana dando muestras con sus ademanes nerviosos de lo mal que lo estaba pasando.
Nunca una tarde se le había hecho tan larga; la espera y la inquietud provocaban que su cuerpo, entrado en años, se encontrase agotado. Se le dormían las manos, las piernas estaban agarrotadas, su corazón parecía que iba a explotar, a saltar de su pecho. Los que le conocían opinaban que era un hombre paciente, tranquilo, por así decirlo, con esa sere- nidad que dan los años de trabajo y penuria. En esos años le había pasado de todo, más malo que bueno, la balanza así lo indicaba y los que eran sus amigos, también.
¿Qué razón presentía para ese desaliento? Esto pasaba una y otra vez por su cabeza.
Cuando sonó el timbre del portal, la figura de Pablo se situó en su mente. Esa mañana temprano, serían las 7:30 u 8:00, le llamó por teléfono. No le contó nada, pero sí quedaron que se verían esa misma tarde en la casa del abuelo Efrén. La
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