Page 84 - Historias de los jueves
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Aquello les hundió más aún. Tenían que verles a escondidas o en los cumpleaños de las sobrinas, porque con ellas no se había enfadado.
Así fueron pasando los días, iban a gimnasia, hacían excursiones y viajaban con el Imserso, veían a los nietos furtivamente en los recreos o al salir del cole, porque la chica les dejaba ver, sin que lo supiese su padre.
En junio marchaban al apartamento hasta finales de octubre. En el 2o piso tenían una vecina, Inés, que era mayor que ellos, pero bajaba 2 días a la semana a regar el huerto que tenía su hijo cerca de la Urbanización; ellos solían ir a ayudarla y llevaban algo de merienda y pasaban la tarde.
Los niños crecían. Y la niña quiso estudiar Veterinaria y tuvo que ir a Cáceres. Los abuelos pensaban que lo estaría pasando mal tan lejos de casa y pensaban ir unos días.
Una Navidad, al abuelo le dio un infarto y murió. A partir de aquel momento, el yerno les dejaba ir a ver a la abuela y pasar unos días en Laredo con ella. Luego iban con él a Labastida.
La abuela quería ver cómo estaba la niña en Cáceres, y pidió a las sobrinas, que por favor la llevasen a verla.
Se fueron las tres y estuvieron hospedadas en el Colegio Mayor. Todo aquello era precioso y más cuando lo enseñaba la niña, que ya llevaba dos años allí. Se quejaba de la comida que daban en el comedor; hombre como en su casa no era, pero se podía comer.
El padre tenía una amiga del trabajo y los fines de semana la llevaba a su casa a comer.
[Mertxe Santamarina — 84]