Page 4 - POR EL ATLAS
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PRESENTACIÓN

                  Eran  tiempos  de  confinamiento.  Me  habían
                  impuesto  una  de  las  cosas  que  más  me
                  gustan:  quedarme  en  casa.  No  me  aburría,
                  claro.  Ni  me  agobiaban  las  cuatro  paredes
                  famosas.  Me  sentía  en  un  retiro  apacible  y
                  productivo.  Sin  embargo,  a  medida  que
                  pasaba  el  tiempo,  mis  ensoñaciones  me
                  llevaban  cada  vez  con  más  frecuencia  a
                  paisajes,  gente,  escenas  contempladas  o
                  vividas en  mis  viajes,  algunos de  los  cuales
                  creía  que  ya  ni  siquiera  recordaba.  Cerraba
                  los ojos o permanecía absorto y se colaban en
                  mi  cerebro  las  olas  pardas  de  las  playas  de
                  Uruguay y el viento que soplaba, las chicas
                  ansiosas  del  primer  sol  de  primavera  en  el
                  Jardín del Luxemburgo de París o la tormenta
                  de la que casi no salimos en Madeira. Pero, al
                  final, siempre acababa evocando los paisajes
                  abiertos  al  infinito  del  Atlas,  las  montañas
                  que    cambiaban      tanto    según    te   ibas
                  acercando  a  ellas,  la  gente  absorta  en  sus
                  quehaceres  primitivos  y  los  niños,  bellos,
                  sonrientes  y  tímidos.  Hicimos  muchos
                  kilómetros de carreteras y caminos secos y
                  polvorientos, pero en el fondo del cielo o al
                  final  del  día  siempre  encontrábamos  una
                  masa verde que nunca dejamos de considerar
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