Page 197 - Biografia
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Jorge Humberto Barahona González
DEFINITIVAMENTE
FUERZAS OSCURAS
QUERÍAN MANEJAR
MI VIDA
Durante un año me dedique, por petición de Libertad, Patricia Y Benjamín (mis án-
geles) a adecuar, reparar, pintar y arreglar, la casa de América (Q.E.P.D), Libertad
(Q.E.P.D) y Patricia mi ahijada de matrimonio, sobrina política e hija de América en la
carrera 60 # 78 A – 29, Barrio Simón Bolívar, la casa donde habíamos criado y educado
a nuestros retoños, Luz Patricia, Sandra Patricia y Jorge Alejandro. Labor que hice con
mucho amor y gusto. Por esta labor en la casa me pagaban mi diario, con derecho a
alojamiento. Fueron muchas visitas a chatarrerías y de desalojar la casa de recuerdos
que se habían acumulado por más de 30 años. Mi función era mantenerla, mostrarla
y promocionarla para su posterior venta, gestión que hice con mucha nostalgia y con
mucho cuidado, ya que había sangre de mi sangre es esa casa.
Después de unos días de conversaciones con José Ramírez, un vecino de infancia,
quien al final se animó y compro la casa. Lo que yo no sabía, era que esto daría co-
mienzo a mi otro calvario. Hable con José para hacer un arreglo de mi estadía en su
nueva casa, porque para mí era terrible, ya que no tenía donde vivir. Como ya corría
el mes de noviembre de ese 2011, y yo no me iba a dejar vencer tan fácilmente, hable
con él y le dije: “Ya que su empresa sale a vacaciones colectivas a partir de di-
ciembre y vuelven hasta enero del 2012, porque no me da el puesto de celador
por el fin de año, y me paga, dejándome vivir en su casa…?”. Aparentemente era
un pacto entre caballeros, y ya por lo menos, había asegurado mi fin de año medio
tranquilo, sin angustias, pero como decía mi abuela, una cosa es lo que piensa el
burro, o sea yo, y otra el que lo está enjalmando, o sea José Ramírez.
Después de la novena de aguinaldos (Anananitanana nanitaea), llego una noche y
me dijo: “Compadre, arrende la parte donde usted esta viviendo, por lo tanto, me
desocupa de inmediato”, yo quede Plop…!, sin saber para dónde coger. Afortuna-
damente mi Dios y santa Marta (la reina de los imposibles), siempre me ha dado la
mano, me llevaron a la clínica de la policía, para hablar con mi hermana y pedirle
cacao, al principio estaba odiosa conmigo, pero la amenace con demanda a la co-
misaria de familia y ella por evitar el escándalo, cedió. Por lo menos ya tenía alo-
jamiento, comida y arreglo de ropa, colaboración que no fue gratis, porque después
cuando me estabilice económica y sentimentalmente, le pague hasta el último centavo
por su favor (mas de un millón de pesos).
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