Page 196 - LIBRO ERNESTO
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Ernesto Guerra Galarza



            Hay un cassette que comprueba esta denuncia. Yo tengo una copia de
            ese cassette y en los archivos de Filanbanco reposaba otro. Finalmente,
            nos perjudicaron en un partido decisivo en Esmeraldas, de triste
            recordación y quedamos postergados al tercer lugar. No perdimos en
            la cancha la opción del título. Fue en la mesa donde se tramó el plan
            siniestro, que fulminó las aspiraciones de Filanbanco, que efectuó
            enormes inversiones para posarse con organización y categoría en la
            cima del fútbol nacional.

            La  desilusión ganó terreno  y Filanbanco terminó  borrándose  del
            mapa futbolístico, apurado por el arranque de la caída financiera de la
            entidad bancaria y la dolorosa muerte de Nahím Isaías. La desaparición
            de Nahím me lastimó profundamente. Sentí un intenso dolor. Lloré el
            momento que anunciaron su deceso, tras la incursión militar ordenada
            por  León  Febres  Cordero  para  liberarlo  de  los  secuestradores.
            Agonizante lo llevaron a la clínica, pero falleció en el trayecto.

            En mi paso por Filanbanco me convertí en su amigo. Cuando
            ibamos camino al estadio para encarar los partidos, iba sentado en el
            primer asiento, siempre a mi lado. Compartir con un magnate es una
            experiencia fascinante. Mantuvimos una relación excepcional. Iba a
            los entrenamientos y no se perdía ningún partido. Comenzó a sentir
            el fútbol como nadie. Me dio todas las comodidades. Me ofreció un
            departamento inmenso en una zona exclusiva, con cuatro salas, dos
            comedores, era una verdadera mansión.

            No le acepté, porque para mantenerlo habría necesitado tres o cuatro
            empleados. Al principio decidí quedarme en el Hotel Ramada,
            luego cuando encontré un departamento pequeño y funcional me
            acomodé sin problemas. Vivía solo. Siempre cuando iba a trabajar
            fuera de Quito permanecía solo. Igual cuando me hacía cargo de la
            selección, pero nunca dejé de encontrar los métodos para estar cerca
            de mi mujer y de mis hijos.


            De Filanbanco me despedí dejando la puerta abierta. Con abrazo y
            apretón de manos incluidos. Dejé un gran recuerdo. Había sido la
            primera vez que trabajaba como técnico en un equipo guayaquileño.

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