Page 637 - ANTOLOGÍA POÉTICA
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no hay virtud ni belleza en el hombre o en la mujer que no estén también en ti,
                  y ningún placer les aguarda al hombre o a la mujer que no te aguarde también a ti.

                  En cuanto a mí, yo no doy nada a nadie sin darte a ti otra cosa igual,
                  yo no canto la gloria de nadie, ni la de Dios, antes de cantar tu gloria.

                  ¡Quienquiera que seas, reclama lo tuyo a cualquier precio!
                  Las pompas de Oriente y Occidente son insignificantes comparadas contigo, estas
                  praderas inmensas, estos ríos interminables: tú eres inmenso e interminable como ellos,
                  estos furores, elementos, borrascas, movimientos de la naturaleza, agonías de aparente
                  aniquilamiento: eres tú, hombre o mujer, su soberano o soberana,
                  soberano o soberana, por tu propio derecho, eres dueño o dueña de la naturaleza,
                  elementos, dolor, pasiones, aniquilamiento.

                  Las trabas caen de tus tobillos, encuentras en ti recursos inagotables,
                  viejo o joven, hombre o mujer, grosero, bajo, rechazado por todos, lo que tú seas te
                  proclama,
                  a través del nacimiento, vida, muerte, entierro, los medios abundantes, nada te será
                  escatimado,
                  a través de cóleras, pérdidas, ambiciones, ignorancia, hastío, lo que tú eres se abrirá
                  paso.

                  Postrera invocación:




                  Al fin, dulcemente,
                  dejando los muros de la fuerte mansión almenada,
                  el duro cerco de las cerraduras, tan bien anudado;
                  la guardia de las puertas seguras,
                  sea yo liberado en los aires.

                  Con sigilo sabré deslizarme;
                  pon tu llave suave en la cerradura y, con un murmullo,
                  abre las puertas de par en par, ¡alma mía!

                  Dulcemente -sin prisa-
                  (carne mortal, ¡oh, qué fuerte es tu abrazo!
                  ¡oh amor! ¡cuán estrechamente abrazado me tienes!)

                  En las sendas no holladas:




                  En las sendas no holladas.
                  En los sembrados al margen de las represas,
                  Huyendo de la vida vana,
                  De todas las normas hasta hoy proclamadas, de los placeres
                  beneficios, conformidades,
                  De todo cuanto ofrendé para salvar mi alma,
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