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Me has perdonado, ya lo sé, de otra forma no habrías vuelto. Vámonos corriendo a la
ciudad y vivamos felices de nuevo.
Ganga le miró con una expresión de lástima en sus ojos y le dijo:
—Mi señor, todo eso está ya en el pasado. Cuando el Sol se pone en el atardecer de
un día es tonto pedirle que regrese para poder vivir ese día de nuevo. Por supuesto que
el Sol volverá, pero sólo para manifestar un nuevo día. Nadie puede retroceder ni un
solo momento. Dejemos todo eso a un lado y permíteme decirte por qué he venido: ¿Ves
el río detenido?
—Sí —le contestó el rey—, eso fue lo que me detuvo como hechizado. Dime Ganga
¿quién es el que te está deteniendo embalsada a ti, a quien toda la riqueza de mi amor no
puede detener?
Mientras ellos hablaban se produjo de repente un ruido ensordecedor. Era el rugir de
las aguas del río, cuyo curso ya había sido liberado del embalse. Desde la distancia se les
acercaba a toda velocidad un muchacho: un bello joven, cuyo noble rostro brillaba con
gran energía. Abrazó a Ganga y le dijo:
—¡Madre! ¡Madre! ¡Yo contuve el río! ¡Una vez más he conseguido hacerlo!
Ganga, mirando al rey que estaba totalmente asombrado, le dijo:
—¡Es tu hijo! —Luego se volvió al joven y le dijo: —Devavrata, este es tu padre,
salúdale.
Santanu extendió sus brazos hacia su hijo y le abrazó. Y Ganga dijo:
—Esta es la razón de mi venida. Te he traído a tu hijo llévatelo contigo, él alegrará tu
vida. Conoce todas las artes que un Kshatrya debe conocer. Vasishtha ha sido su guru.
De él ha aprendido los Vedas y los Vedangas. De Brihaspati, el guru divino, ha aprendido
la ciencia de la política. Y condescendiendo a mi ruego, Bhargava, el enemigo de los
Kshatryas, le ha enseñado el arte de manejar el arco. Mi hijo es ahora un maestro en todas
las artes. Le he preparado para que sea un digno heredero del trono de los Pauravas.
Aquí te entrego a este héroe. Llévale a la casa de los héroes. —Y Ganga desapareció.
El rey emprendió camino de vuelta hacia el palacio tal y como lo había hecho dieciséis
años atrás. Pero esta vez no regresaba solo. Su hijo, el hijo de Ganga, estaba a su lado.
Santanu estaba orgulloso de su apuesto hijo, digno de ser la única obsesión del rey que
durante tanto tiempo había estado en soledad. Juntos, hijo y padre, galoparon hacia
Hastinapura.