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que sólo los animales viven en esa conciencia sin ninguna otra alternativa, el rishi y su
esposa se convirtieron en una pareja de ciervos y siempre estaban juntos.
Un día cuando ambos estaban sumidos en el placer del amor Pandu les vio y el
instinto cazador que había en él le hizo olvidar la ley de que no se debía molestar a dos
animales que estuviesen haciendo el amor. Sacó un arco y una flecha y apuntó hacia la
pareja. Disparó y el macho cayó por tierra herido fatalmente. El ciervo se dirigió al rey
con voz humana y le dijo:
—¿Cómo te has atrevido a molestarnos? Yo soy un rishi y ésta es mi esposa y te
aseguro que en el transcurso de los años esta malvada acción tuya te costará la vida:
cuando atraído por el amor estés tomando a tu esposa, la muerte te sobrevendrá igual
que has hecho conmigo.
Todas las súplicas de Pandu fueron inútiles, el rishi enfadado no prestaba oídos. No
había forma de escapar al destino que le esperaba. El rishi murió y su esposa también
junto con él.
Con el corazón apesadumbrado el desafortunado príncipe regresó hacia el lugar
donde moraba, reprobándose continuamente por su actitud irresponsable. Los juegos
del destino son en verdad misteriosos. Con un solo toque puede cambiar el futuro de un
hombre completamente. Pandu era el más feliz de los hombres y nada le preocupaba.
Pero en la cumbre de su gloria, fue abatido como un árbol verde quebrado por el rayo.
Pandu perdió interés por todo, ya no deseaba regresar a su reino y les dijo a sus
esposas que había decidido pasar el resto de su vida en el bosque. Ellas, sabiendo la
razón por la que tomaba esta decisión, no dijeron nada. El fuego de la culpabilidad
había quemado todas las aspiraciones mundanas de Pandu, ya no quería otra cosa más
que la paz que se obtenía viviendo como los rishis. Había decidido que su próxima
victoria sería la victoria sobre sí mismo; esta sería su mayor conquista. Se propuso lo
siguiente: « De ahora en adelante seré un hombre diferente; ni el placer ni la tristeza
podrán herirme. Aceptaré la alabanza con igual indiferencia que la censura; no dejaré
que me afecten los pares de opuestos. Ya no amaré esta vida, ni la odiaré tampoco. Haré
austeridades, pero no sentándome debajo de un árbol, sino renunciando en mi mente a
las cosas mundanas. » Reunió a toda la comitiva en torno suyo, distribuyó entre ellos
todo lo que tenía consigo y dijo;
—Por favor, volved a Hastinapura y saludad en mi nombre a mi madre Ambalika, a
mi abuela Satyavati y a mi amado tío Bhishma. Contadles lo que he decidido hacer por
el resto de mi vida y decidles que no tengo intención de volver a la ciudad.
Kunti y Madri se quitaron sus joyas y sus costosas sedas y se las dieron a los men-
sajeros que habían de regresar a la ciudad, pues habían decidido quedarse junto a su
esposo.