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El crimen y la gresca



          Sin embargo, no obstante su avance en las normas, durante años no era bien visto, en especial por las
          élites, que optaron por asociarlo a espacios donde pululaba el crimen, la gresca. Todo debido, en parte,
          a las consecuencias de la chicha, bebida que forma parte también de la tradición de los muiscas.

          En los años veinte y treinta, el historiador Gabriel Abello Rodríguez, en su obra El juego de tejo: ¿un
          símbolo nacional o un proyecto inconcluso?, relata que “un pequeño sector de la élite, con rasgos
          nacionalistas e higienistas”, pretendieron “utilizar este juego popular como un instrumento civilizatorio
          de los sectores populares”.


          El autor sostiene que el propósito era “romper con esa mirada desdeñada” que se tenía, en general, de
          ser “bárbaro” y “salvaje”. Así, asegura, se presentó una “nueva” imagen, para elevarlo a la categoría de
          deporte con un despliegue por los medios de comunicación.

          “Puede usted preguntar a los principales médicos de Bogotá cuál es el deporte que ellos emplean en
          sus paseos y fiestas campestres. Todos le dirán que este juego criollo es el más higiénico y sano”,
          informaba el director municipal de Higiene de la capital en la revista Mundo al Día en el bucólico
          agosto del año 1930.

          ‘El tejo, deporte oficial’, tituló a lo ancho de su página EL TIEMPO, también en ese año. La empresa
          Bavaria se ofreció entonces a vender cerveza, como hasta ahora lo hace, para reemplazar la chicha.
          Sin embargo, Abello Rodríguez dice que no toda la clase dirigente aceptó de buena manera esta
          iniciativa y optó por el menosprecio.






















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          NAVARRO WOLF
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