Page 18 - El Pérsico_JosmarGuerra
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Las consecuencias de este conflicto son inciertas. Por una parte, si la escalada

            entre Riad y Teherán llega al punto de que se reduzca de forma permanente la
            oferta de crudo mundial, su precio puede subir a niveles estratosféricos. Casos
            parecidos se vieron cuando se produjo la guerra del Yom Kippur, que provocó
            la primera crisis del petróleo; el segundo shock petrolífero consecuencia de la

            revolución iraní en 1979; o la invasión de Kuwait por Iraq en 1990. Un caso
            curioso lo constituye la guerra entre Iraq e Irán en los años 1980 a 1988. En un
            primer momento, la guerra, que tuvo su epicentro en la región productora de

            petróleo para ambos países, el estuario de Shatt al-Arab en la confluencia del
            Éufrates y el Tigris, redujo la producción de petróleo de ambos contendientes,
            elevándose los precios. Pero a medida que se alargaba el conflicto, los

            contendientes incrementaron su producción para financiar el esfuerzo bélico, lo
            que terminó deprimiendo los precios del crudo hasta niveles previos a los
            shocks de                                                                 los setenta.
















            La tensión                                                                con Irán y en
            concreto el conflicto del Yemen está consumiendo una gran cantidad de
            recursos financieros de Arabia Saudita. Baste como ejemplo mencionar que,

            en estos momentos, el país árabe es el tercero que más gasta en defensa en
            términos absolutos, solo por detrás de EEUU y China. En relación a su PIB,

            Arabia gasta casi el 9 por ciento en defensa frente al 3,2 de EEUU, el 1,9 de
            China o el 1 de Alemania o España. Además, Arabia Saudí destina el 30 por
            ciento del gasto público a defensa e Irán el 16. Estas cifras son elevadísimas

            en comparación con las de los países desarrollados. Mantener este esfuerzo
            bélico requiere recursos, la guerra en Yemen dura ya cuatro años y la tensión

            entre Arabia e Irán es eterna. Por lo tanto, a menos que el conflicto destruya la
            capacidad productiva o exportadora de alguno de los contendientes, el precio

            del petróleo no tiene porqué subir, e incluso podría bajar. Esto explicaría cómo,
            a pesar de la creciente tensión en la zona, el precio se mantiene en torno a
            unos ra-zonables US$60 el barril.



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