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Porto’s Bakery es un fenómeno de esos que dejan con la boca abierta, un negocio que funciona haga sol, llueva o truene, aunque
rara vez ocurra lo último en el sur de California. Se- ría muy extraño que no haya gente en sus pastele- rías. Pongámoslo así: es más fácil que nieve en Los Ángeles a que en Porto’s Bakery no haya fila para comprar pasteles.
Tienen cinco pastelerías abiertas funcionando a buen ritmo, la original en Glendale, que se inaugu- ró hace más de 35 años, y otras cuatro en Burbank, Downey, Buena Park y West Covina. La última abrió sus puertas hace unas semanas. Su crecimiento es imparable, no solo por su calado con la comunidad latina sino por haber traspasado todas las fronteras en matería de clientela. Sus pasteles no entienden de razas, ni credos. Gustan a todo el mundo.
La fórmula es sencilla: productos de calidad con sa- bor latino y a pastelería de toda la vida, y con pre- cios más que asequibles. Por 25 dólares uno puede salir de Porto’s con un generoso surtido de paste-
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