Page 575 - Auge y caída del antiguo Egipto
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día festivo … las cantantes y doncellas reunidas … hermosas, de largos cabellos
trenzados, de abultados pechos … bailaron hermosamente, cumpliendo el deseo
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de mi corazón». Tal decadencia era un signo de los tiempos; la gente de Egipto
seguía los pasos de sus gobernantes. Una vez que Ptolomeo VIII hubo
recuperado Alejandría, para dar una lección a sus adversarios mandó rodear e
incendiar el gimnasio, quemando vivos a todos los que había dentro. Esa
violencia insensata en la búsqueda del poder, combinada con una corrupción
desenfrenada, no hicieron sino acelerar el declive de Egipto.
En el verano del 116, Ptolomeo VIII falleció en Alejandría, dejando el trono a
su joven esposa y a aquel de sus dos hijos que ella prefiriera. Al mismo tiempo,
unos 1.100 kilómetros río arriba, un grupo de romanos fueron a visitar el templo
de Isis en File y grabaron sus nombres en la pared de templo, dejando así las
inscripciones latinas más antiguas que se conservan en Egipto. Los dos
incidentes resumían muy bien el pasado y el futuro del valle del Nilo. La lucha
dinástica en el seno de un régimen viejo y cansado parecía cada vez más
irrelevante ante el expansionismo romano. Veinte años después, Roma heredó la
Cirenaica, con lo que Chipre quedó como la única posesión ptolemaica de
ultramar. La historia se repitió con dos hermanos (Ptolomeo IX y X) luchando
por el poder y con el Alto Egipto de nuevo sumido en el malestar. Un segundo
Ptolomeo legó su reino a Roma a cambio de apoyo militar, y en la capital se
produjeron nuevos disturbios.
De todas las viejas certezas que otrora dieran a Egipto su confianza en sí
mismo, solo permanecía la creencia en los dioses tradicionales. Por esa razón,
entre otras, fueron notables las celebraciones en el año 70, cuando el enorme y
nuevo templo de Horus en Dyeba fue finalmente consagrado, 167 años después
de que Ptolomeo III hubiera presidido la ceremonia de su fundación.
Absolutamente ptolemaico en cuanto a diseño, pero innegablemente faraónico en
lo tocante a su consagración, el imponente edificio de piedra arenisca, con sus
entradas porticadas y sus pasillos hipóstilos, era el paradigma de la cultura
híbrida helenísticoegipcia que varias generaciones sucesivas de faraones griegos