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Grupo de investigación Oralidades, Narrativas Audiovisuales y Cultura Popular en el Caribe Colombiano
ahí para que presenciara, sufriera y, un día, contara al No diré nada del sur, de los inquilinos de palacio, las
mundo la historia. Parece ser que se necesitaba un es- minas quiebrapatas, el gran puente, el gran río, y sus
critor allí más que en cualquier otra parte. Yo, que hasta riveras —foco indiscutible de plagiarios y plagiados—.
ese momento era un narrador empedernido, acabo con- ¡Al carajo la fiesta!, el progreso cómodo, el buen vivir,
vertido en poeta después de los cuarenta años, cuando la súbita algarabía: Les hablaré de los míos.Empece-
ocurrieron esos sucesos. Te aclaro que antes yo escribí mos por “Fabián”, el paramilitar que vigila, galil en
varios textos narrativos sobre la historia, pero no me mano, desde la torre de la iglesia.
convencieron; me sentía un poco frustrado con la na- Abajo, en la cancha de fútbol, en medio de un sol
rrativa porque no lograba captar toda la dimensión que abrasante, el pueblo inerme, desastrado: Samuel Or-
tuvo ese escenario de violencia. Entonces, me puse a tiz, Pablo Jiménez, el Flaco Arturo, “Burrito Guapo”,
pensar que tal vez la poesía era el medio adecuado y la Leonor Martínez (la cantinera), Juancho Arena (mata-
poesía me dio las herramientas para lograrlo.
rife y tendero), Álvaro José, Víctor Ternera, “Pata e’
De algún modo, el narrador le robó las herramientas a hierro”… treinta y uno, treinta y dos, treinta y tres…
la poesía para contar lo sucedido, para darle una voz treinta y seis personas reunidas, alineadas en medio de
potente a ese reclamo, no solamente ante el Estado, o la nada. Algunas de ellas hacen parte de la lista que
los gobiernos de turno que manejan ese Estado, sino traen consigo los nuevos sepultureros. Estos, sin prisa,
ante los hombres, por permitir que en pleno siglo XX sin hacer caso del sol, la sofocación, afilan la navaja.
se cometieran ese tipo de barbaries. “El poema inicial”, Preparan el acero.
el texto con que se abre el libro Regresemos a que nos Al flaco Arturo lo separan del grupo, le juntan las ma-
maten amor, es precisamente eso, un reclamo. Una nos y le colocan las esposas. Nicolás Orozco siente el
proclama que hago, primero, al dios en que creen los calor, el sudor que desciende por los cuerpos; clama al
hombres por permitir que sucedieran unos hechos que cielo. A su tocayo Nicolás Elías lo escogen para seguir
lastimaran de manera tan cruel la conciencia humana y, leyendo la lista. Dice mi nombre, el de la Yija y el de
segundo, a los poetas por no estar cumpliendo su papel mi mujer.
de denuncia, de amonestación ante tan crueles conduc-
tas, al punto que un narrador tenía que hacerse cargo de
recordarles la esencia de su oficio.
¿Cuánto pesa una bala
Poema inicial dentro del cuerpo?
Ahora que Dios hace la siesta,
y los poetas están dormidos, Algunos en el grupo se lo preguntan. Alcides ex-
voy a iniciarme en un poema. traña los viejos métodos: el machetazo franco,
Hablaré un poco de la vida la soledad, el corte de franela, la guillotina, la vieja horca.
el recuerdo y el olvido, Se escucha el primer disparo: la muerte con su
los pequeños odios, presencia justa, puntual. El paramilitar que se
las mínimas tristezas. desgaja de la torre de la iglesia destroza con su
cuerpo las láminas del techo y se desparrama en
el altar. Magali Peña lanza un alarido. Javier me
Obviaré a Bart Simpson, el Fondo Monetario, Bojayá,
Bagdad; la pequeña Maggi, James Cameron, la franja abraza. Suenan otros disparos. El desconcierto
de Gaza, Osama Bin Laden. total.
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