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       Los empresarios y el lobo


       (2020-04-15), El Universal (sitio), Mario Maldonado, (Nota Informativa) - 00:39:10, Precio $163,000.00
       Andrés Manuel López Obrador no le tiene aversión a todos empresarios, pero la mayoría de los grandes
       hombres de negocios sí lo abominan. Creen genuinamente que era y sigue siendo un “peligro para México”.
       Para el establishment empresarial del país significa un gran riesgo para sus negocios, los cuales florecieron en
       buena medida impulsados por el poder político de las administraciones anteriores.

       Andrés Manuel tiene razón cuando habla de la necesidad de separar el poder político del económico –el llamado
       capitalismo de cuates– para que el acceso al mercado entre el resto de los emprendedores y empresarios sea
       más pareja. A diferencia de países como Estados Unidos, en México los multimillonarios de antes siguen siendo
       los multimillonarios de ahora. Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego, Alberto Baillères, Germán Larrea, los Sada,
       los Garza, los Del Valle … todos líderes cuasimonopólicos en sus sectores económicos.

       Cuando se reacomodaron los liderazgos empresariales tras el triunfo de López Obrador en las elecciones
       presidenciales de 2018, se les olvidó que el nuevo gobierno no solo quiere un nuevo modelo económico
       (posneoliberal), sino una nueva generación de empresarios.

       El presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar, no representa a esa nueva generación que
       busca el Presidente, a pesar de que ha tenido un trato cercano y respetuoso con él. Salazar más bien pertenece
       a la élite regiomontana que ha dictado por años la política industrial del país, al grado de que en el sexenio
       pasado el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, fue un regiomontano que defendió a capa y espada sus
       intereses y también los del país en la renegociación del TLCAN.


       En la otra cúpula donde convergen algunos de los hombres y mujeres con las mayores fortunas del país, el
       Consejo Mexicano de Negocios, tampoco está reflejada la nueva clase empresarial que anhela López Obrador.
       Al contrario: la mayoría de sus integrantes hicieron lo posible para que no llegara a la Presidencia, pues
       comulgan con las ideas de la derecha panista.

       Pese a ello, la elección de Antonio Del Valle Perochena como líder de esta cúpula de ultrarricos fue la más
       adecuada. Los Del Valle son conocidos por ser empresarios de bajo perfil, comprometidos genuinamente con el
       país y, como diría el Presidente, con “dimensión social”. No obstante, Andrés Manuel y su grupo saben que no
       fueron su opción en las elecciones de 2018, por lo que el trato con ellos es como con Carlos Salazar: de
       respeto, pero sin acercarse demasiado ni “morder el anzuelo”.

       Los empresarios mexicanos representados por Salazar y Del Valle se quejan del gobierno de López Obrador
       pero no han logrado articular una estrategia consistente para incluir a los de arriba con los de en medio, y ni se
       diga a los de abajo. O sea que la clase empresarial mexicana sigue siendo vista –y en la práctica así es– como
       un puñado de grandes corporaciones que acaparan los principales negocios públicos y privados. Son una
       minoría que gana mucho y derrama poco hacia la población. “Es el capitalismo salvaje”, dirán los neoliberales…
       y por eso el Presidente odia ese modelo económico.

       Ante este escenario, muchos empresarios han amenazado en privado que van a sacar sus inversiones del país,
       que van a exigirle al Presidente condiciones para seguir operando y que si no las hay se van… pero no se han
       ido. Así dijeron cuando eran vísperas de la elección presidencial, que los capitales financieros iban a salir
       corriendo de México si AMLO ganaba y que eso generaría una devaluación como la de 1994. Pero tampoco
       sucedió.


       La iniciativa privada, pues, está como el cuento del niño y el lobo. Prometieron hacer cambios, amagaron con
       sacar sus inversiones, amenazaron con cerrar plantas y negocios, y ahora que la crisis explotó se dieron cuenta
       que el lobo ya estaba en casa… y no saben cómo reaccionar.
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