Page 134 - Velasco y la independencia nacional
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VELASCO Y LA INDEPENDENCIA NACIONAL • La RevoLución continúa
anti velasquista se dedicó a decir desde los años 80. Casi to- das las reformas tenían menos de 5 años de implementarse. Evidentemente era un tiempo muy corto como para esperar resultados definitivos. Nadie había dicho que las reformas iban a tener efecto automático en los años siguientes y que no hubiera la necesidad de seguir haciendo ajustes en el camino.
Velasco llegó a decir que “en este país la oligarquía nunca muere”, y si tuviésemos que poner el destino de la revolu- ción en ese contexto, se hace evidente que Velasco en reali- dad terminó derrotado por un lado por la grave enfermedad que lo atacó, y por el otro por la oligarquía inmortal; o más bien por la sorprendente coalición de enemigos externos e internos, de derecha y de izquierda, que nunca dejaron de actuar contra la revolución. La coalición la encabezaba la oli- garquía terrateniente y financiera afectada por las reformas, pero no actuaba sola. Contó desde el inicio con el apoyo de los Estados Unidos que conspiraba con sus conocidas “san- ciones”, aplicando las enmiendas Pelly y Hickenlooper para cortar suministros al Perú, operando a través de la CIA y contactos principalmente en la Marina, y movilizando al APRA como fuerza civil.13
El partido aprista saboteaba las reformas desde adentro – por ejemplo, en las cooperativas azucareras o en las comuni- dades industriales- y se movilizaba como nunca en las calles. Militantes apristas fueron identificados en atentados que se produjeron extrañamente en varios lugares de Lima, en la em- bajada cubana, en la sede de la revista Oiga, en los locales de Minero Perú, en el diario La Prensa, en el Instituto Nacional de Planificación y la residencia del embajador boliviano, etc.14 Así hasta llegar a la huelga policial del 5 de febrero de 1975, en que Lima fue un verdadero caos. El propio general Velasco acusó al APRA de los desórdenes en discurso público.
13 Héctor Béjar, Vieja Crónica y Mal Gobierno, pp. 636-637
14 Ídem, p. 645
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