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“Hasta su amigo había dejado de venir, cuando la última de las hojas caiga, mi vida va a ter-
             minar”
                  La madre trata de levantarle el ánimo pero ella está todo el tiempo mirando la enredadera. Un
             día con un viento muy fuerte, cuatro de las cinco hojas que quedaban, se caen. Queda solamente
             una, una hoja amarillenta bastante amarronada, justo en la punta de la enredadera al lado de lo
             que fue, simbólicamente, la ventana del pintor. Todas las mañanas cuando se despierta la nena
             mira para a ver si la hoja todavía está, sabiendo que el día que se caiga su vida terminará. El invier-
             no se hace más duro. La hoja parece temblar cada día a los ojos de ella.

                 Ella muy adentro espera que la hoja no se caiga porque ahora su cuerpo va a obedecer a ese
             mandato mental. Pasa todo el invierno. El pintor nunca vuelve a visitarla, pero la hoja permanece
             y cuando llega setiembre el invierno termina y la hoja... la hoja resistió y quizás por eso, por eso
             también la niña vivió. Llega la primavera y la enredadera se empieza a llenar de brotes y ella em-
             pieza a mejorarse acompañando a la vida en la enredadera que se empieza a llenar de hojas. Ella
             empieza a recuperar las fuerzas, el invierno pasó, la hoja vivió y ella también.

                 Al poco tiempo ya puede levantarse y lo primero que hace es cruzar ese jardín e ir hasta la casa
             del pintor porque quiere saber que pasó. ¿Por que no la vino a visitar más?

                 Entonces la casera le dice:
                 Ah… ¿No sabés? El pintor tuvo un accidente, murió hace unos meses al caerse de una escalera,
             cuando empezó el invierno.

                 Ella se conmueve ante la pérdida de su amigo y casi intuitivamente se acerca al atril donde
             él pintaba, al lado de la ventana. Ve la ventana y ahora mira su propia casa y su cama al lado de
             su ventana, desde la ventana del pintor, y mira la enredadera que llega al costado de la ventana,
             y casi instintivamente extiende la mano y empieza a buscar esa última hoja que la mantuvo con
             vida y descubre que ahí, al lado de la ventana, esa hoja había sido pintada por el pintor para que
             permanezca toda la vida…

                 Para siempre .

























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