Page 108 - Mitos y otros relatos de la Antigua Grecia
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PAN era el semi-dios de los bosques, símbolo de la naturaleza y de la vida en el campo, por lo que se lo conocía como el dios de los pastores y de sus rebaños, de las brisas del amanecer y del atardecer. Probablemente fuese hijo de Crono y de Rea, pero al nacer su madre viendo que su aspecto era semi ani- mal dio gritos de espanto e inmediatamente decidió abandonarlo; fue Hermes quien lo encontró, lo envolvió en una piel de liebre y lo llevó al Olimpo, donde los otros dioses si bien lo recibieron con risas burlonas, también lo trataron con afecto.
 Ya más grande fue cazador, curandero y también músico; habitaba en los bosques en compañía de las ninfas, correteando tras sus rebaños de ovejas y espantando a los hombres que se metían en sus dominios.
  Pan y una de las ninfas
 Cuentan que vivía en una gruta del monte Parnaso, cerca de Delfos y del Golfo de Corinto, zona que fue considerada por los griegos como morada de las musas y de Apolo, patria simbólica de los artistas.
[...] También representaba a toda la naturaleza salvaje, por lo que se le atribuía la potestad de generar un miedo enloquecedor, de ahí la palabra “pánico” que, en principio significaba el temor masivo que sufrían las manadas, rebaños y hombres ante las grandes tormentas con truenos y caída de rayos.
Desde la antigüedad se lo representa como un ser demoníaco, mitad hombre y mitad animal macho cabrío, siendo sus extremidades inferiores robustas patas que finalizaban en pezuñas. Su rostro era arrugado, la barba densa, cuerpo peludo, cuernos en la frente y con el tiempo, su rostro adquirió un aspecto de taimada astucia diabólica.
Se le atribuían dones proféticos, de tal manera que en una oportunidad, según cuenta Heródoto, faltando pocos días para la batalla de Maratón, un mensajero ateniense que volvía de pedir ayuda a Esparta encontró al dios y éste le auguró que vencerían a los persas. Por ello, tras ganar aquella batalla (en la que un súbito pánico se apoderó de las tropas enemigas) se lo incluyó entre los dioses reconocidos por el estado, consagrándosele en Atenas una de las grutas de la vertiente norte de la Acrópolis y se decretó en su honor una fiesta anual donde se realizaban carreras de antorchas.
Formaba parte del cortejo de Dionisio con quien tenía algunas simili- tudes, pues se suponía que lo seguía a éste en sus costumbres, logrando así que este dios fuese quien más lo quisiese y por eso se lo llevó consigo.
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