Page 173 - Mitos y otros relatos de la Antigua Grecia
P. 173

11 | El reinado de Teseo ; como vino él al mundo
El que sería su padre, Egeo, muy angustiado por no poder tener hijos después de dos matrimonios, concurrió a consultar al oráculo de Delfos por esta des- dicha que lo atormentaba. La pitonisa le expresó la profesía en la que le decía regresar a Atenas, pero sin abrir la bota de vino que llevaba antes de su arribo a la ciudad.
Egeo, no comprendiendo el sentido del augurio, fue hacia Trecén (ó Trizinia, pueblo del Peloponeso, al norte del golfo de Argólida) donde reinaba Piteo, hombre de reputada sabiduría, a quién recurrió para ser ayudado en la inter- pretación de aquella sentencia del Oráculo.
Piteo lo recibió con afecto e interpretando el mensaje del oráculo, quiso que sea su propia hija la que le diera el vástago que tanto deseaba Egeo, por lo que organizó al efecto un gran festín, acompañado por muy rico y abun- dante vino y a los postres invitó al que sería rey de Atenas a pasar la noche con su hija Etra.
Cuando despertaron en la mañana, Egeo le dejó a la muchacha sus sandalias y su espada y dejando caer una enorme roca sobre ambas para cubrirlas, le dijo a la joven que si naciese de esa relación un hijo varón, una vez crecido este, tendría la fuerza suficiente para levantar la roca y entonces tomar las sandalias, calzárselas y muniéndose también con esa espada, marchase así hacia Atenas donde él, Egeo, lo reconocería.
Todo esto debería ser hecho con absoluta discreción, ya que los hijos de Pa- lantes (primos de él e ignorando que Egeo tuviese un descendiente) también tenían aspiraciones al trono de Atenas.
Ya crecido el joven Teseo inicia el camino a Atenas que no fue sencillo, pués tuvo arduas luchas durante el trayecto... Con Perifetes que asesinaba a los caminantes, más tarde a Sinis el que doblando los pinos a los que ataba a sus víctimas, para luego al soltarlos lograba desarticular a los infaustos; tam- bién después acompañó a Hércules, que estaba en esos años bajo las órdenes y al servicio de su primo, el déspota Euristeus, abocado en ese momento a adue- ñarse del cinturón de Hipólita y así llevárselo como trofeo para satisfacer un capricho de la hija de Euristeo, (rey de la Argólida, zona que incluía a Micenas, Argos, Midea y Tirinto) y que era un archi enemigo del héroe.
Tuvo también luchas contra animales, como la salvaje cerda que cerca de Corinto debió vencer, o como a la feroz tortuga marina que acechaba a los
  Dr. Juan Carlos Miller |171|
 

























































































   171   172   173   174   175