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GÉNERO Y SALUD EN CIFRAS
Dinámica del abuso expresivo
Es posible que, debido a la asistencia
obligada de los varones al grupo y su
menor disposición para reflexionar sobre
temas relacionados, el abordaje de la
relación entre el malestar psicológico y
el estrés experimentado con la violencia
contra la pareja o familiares resultó
más complicado para los hombres del
grupo Sur. Posteriormente del abordaje
de los conflictos en el espacio doméstico,
los hombres comenzaron a narrar la
dinámica acumulativa de malestar y
“descarga” del abuso expresivo:
Edgar (Comerciante, 43 años, casado):
[La pareja le dice sobre un hijo] “Mira
que hizo esto; que ya ha hecho (NE);
que contestó y que todo eso. Entonces,
pues yo ya ni comía a gusto… A veces
le decía: ‘Si vas a decirme algo, que ya
sea después de que coma o ya por la
tarde. Porque ni me dejas comer, ni
me hace buena digestión. Y pues yo
ando todo irritado del estómago; hago
un coraje y tengo una diarrea y ya
mal… Entonces, muchas veces ya llevas
problemas del trabajo [preocupaciones
por conflictos], que muchas veces no
te queda como tú quieres… ya llevas la
energía suficiente para que… desates
una guerra… yo creo que es una línea
muy ligera en el cuál es fácil encontrar
un detonante que dispare todo eso que
ya está en una olla express. Y es que… a
lo mejor ella lo quiere platicar y arreglar
el problema… pero como ya traes la
carga completa, ya dices: ‘Pues aquí’… y
ahí como que se descarga”.
Se reportó cómo algunos hombres
identifican que “acarrean” malestar con
origen social, y ante los conflictos de pareja
o con los hijos, el malestar se convierte
actos de abuso expresivo físicos o verbales,
en los que “echan hacia afuera” lo que
se ha “cargado” o “traen” en el cuerpo y
la subjetividad; además, se muestra una
posibilidad de experiencia posterior al
haber ejercido esta violencia, la culpa:
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[ENTREVISTADOR: PERO EN TU
CASO…, SI HAY, ¿IDENTIFICAS
QUE ALCANZA A SALIR EL
PROBLEMA?] Rafael (Comerciante,
47 años, casado): “Sí. Pero digo,
lo acarreamos y cosa que no
debemos hacer o sea al contrario
¿no? Porque muchas veces
también me lo comentó [la pareja]:
‘¿Sabes qué? Este, los problemas
de tu trabajo déjalos allá. Llega
aquí, y a lo mejor aquí resuelve
los de aquí’. A lo mejor el regaño
[A hijos/as] es: ‘no sales a la calle
en una semana’ y se acabó el
problema. Pero ‘no sales a la calle’
y le empiezas a golpear, y a lo
mejor ‘no cenas’ y a lo mejor, por
el golpe que le disté ya se metió y
ya no cenó… y ahora el problema
es con la mujer, porque… ‘mira
ya le pegaste y ahora el niño ya
no va a comer’; y entonces dices
‘¿Para qué me das la queja si ya lo
reprimí? ... ahora ya no es él, sino
ahora el problema somos tú y yo’.
Entonces cuando ya dices ‘bueno,
como ya no tengo nada que
decirte, entonces, te voy a echar
todo lo que traigo’ ¿no? Sí lo saca
uno. Sí, pero ya después queda
como el remordimiento, la culpa
de que no… ‘¿por qué hiciste las
cosas de esa manera cuando no
tenía que ser así?’ [preguntándose
a sí mismo]”.
Mediante un proceso similar, en
el grupo Centro se describieron
los abusos expresivos hacia la
pareja como eventos que sirven
para “desahogar”, y en ocasiones,
muestran sus efectos dañinos en la
relación de pareja y culpa:
Francisco (Empleado tiempo
completo, 46 años, casado): “…
me molesta profundo el tema de
la vivienda [no poder adquirir una
vivienda propia]… Me enfada, me,
me frustra, me presiono. A veces me,