Page 49 - Vida de San Agustín
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Gran sorpresa se llevó un día que vio saltar de alegría a un


                  “borrachito”, porque le regaló unas monedas. A tal punto que

                  exclamó:  “¡Mira,  mira,  mira  cómo  salta  y  se  alegra  ese


                  hombre, despojo de la sociedad!; se alegra con tres monedas

                  y  yo,  con  todo  el  poder,  la  fama  y  el  dinero  que  tengo,  no


                  logro ser feliz.”. ¡Qué terrible! El gran hombre, el gran orador

                  del imperio; vivía en la zozobra.




                  ¿Qué le faltaba? Tenía a su lado a su madre, a su mujer, a su

                  hijo  y  el  mejor  de  los  trabajos  ¿Qué  le  faltaba?,  ¿acaso  no


                  miraba  lo  que  tenía  en  sus  narices?  o  ¿acaso  esto  no  le

                  llenaba? Para él, todo esto era importante, incluso, sabía que


                  le faltaba la verdad. Intuía que el encuentro con la verdad, le

                  llevaría  a  renunciar  a  todo  lo  que  por  muchos  años  había


                  conquistado.  ¡Qué mal momento estaba pasando!, ¡qué mal

                  momento!




                  Todo el tiempo tenía encima las órdenes del emperador. Por

                  si  fuera  poco,  los  enemigos  del  imperio,  obligatoriamente,


                  tenían que ser sus enemigos. ¿Un hombre de su talante con

                  enemigos?,  ¡un  hombre  de  su  talante!;  nuevamente


                  disfrutando de los placeres terrenales; nuevamente cayendo






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