Page 52 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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NO sé por qué, a pesar del coraje que me había hecho pasar, regresé al día
               siguiente a la cuna del bebé. No lo hice de madrugada. Llegué como a las ocho
               de la noche, que era la hora en que Javier le contaba a Luisa las incidencias del
               día mientras cargaba amorosamente a su hijo:


               —Cargar a Francisco incrementa considerablemente el presupuesto de mi dicha.
               Además hoy me llegó el recibo del teléfono.


               —¡Qué bien! Hay que pagarlo.


               —También llegó el estado de cuenta de la tarjeta.


               —Hay que pagarlo.


               —Pagué la mensualidad del coche.


               —¡Maravilloso!

               —Y por si fuera poco te tengo una sorpresa —dijo Javier.


               —Seguro que ya te llegó el recibo de la luz.


               —No, mi chiquitita. Esto es algo mucho mejor.


               —¡Dime! ¡Dime! —exigió Luisa emocionada.


               Pero Javier nada dijo. Depositó suavemente a Daniel sobre la cuna. Salió unos
               segundos de la habitación y cuando regresó ya no traía corbata pero llevaba las
               manos escondidas tras la espalda.


               —¡¿Qué es?! ¡Ya dime!


               Javier prolongó al máximo la emoción, y cuando parecía que Luisa iba a estallar
               de curiosidad extendió hacia ella algo parecido a una revista flaca.


               —¡No! —expresó Luisa llena de felicidad.


               —¡Sí! —exclamó Javier sonriente mientras asentía con la cabeza.


               —¡No! —repetía Luisa mientras hojeaba la frágil revistilla.
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