Page 98 - Biografía de un par de espectros: Una novela fantasma
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YA imaginarás, estimado Arroyuelo, lo que pasó por mi vida en los tres mil días
               que viví inmerso en el fondo de una botella: me aburrí como una
               ooooooooooooooorca. ¡Ah, te atrapé! Seguro pensaste que esa hermosísima o
               alargada te conduciría hasta el final de la palabra ostra, por aquello de “Me

               aburrí como una ostra”. Sin embargo, estudios muy serios sobre el tema¹ han
               llegado a la conclusión de que las ostras están entre los animales más divertidos
               y, en contrapartida, las orcas, tan saltarinas ellas, tan albinegras, tan véanme-qué-
               bien-portada-estoy-en-este-horrible-acuario-californiano, viven una vida
               infinitamente tediosa.


               Pues bien, durante mi encierro en la botella me aburrí como una orca, pero por
               otro lado maduré una enormidad. Mi espíritu creció. Cambié muchísimo, a tal
               grado que al principio casi no me reconocía en el espejo (hay que decir, en
               descargo, que el espejo en el que me miraba estaba en un sótano sin luz).


               Para que te des una idea, te mencionaré algunos de los cambios que experimenté
               gracias a mi retiro. Antes me gustaba el melón, ahora soy amante del melón
               chino. Antes jugaba frontón, hoy practico el frontenis. Alguna vez imaginé pasar
               mis últimos años en Letonia, pero hoy sé que en Lituania está mi destino.


               Sin duda el cambio más importante de todos fue de carácter fonético: antes de mi
               encierro, y en un imperdonable acto de irresponsabilidad, pronunciaba la letra o
               casi sin pensar. Decía, por ejemplo, oso, sin dar la menor importancia al par de
               magníficos circulitos que rodean a la s. Hoy, sin embargo, soy más cuidadoso y
               en homenaje a tan bella letra, al pronunciarla formo una diminuta o con mis
               labios. Pero no me quedo allí, ya que acompaño la salida del sonido con una leve
               trompita que impulsa la o hacia el infinito. Se me dificulta hablar, es cierto, pero
               las os me salen muy bonitas. No sé, como que suenan más elegantes.


               Pues así son las cosas, mi venerado Kidman; básicamente el melón chino, la
               plasticidad del frontenis, el sosiego del otoño de una vida en Letonia (¿o era
               Lituania?) y el respeto por la o fueron los principales dones que adquirí en mi
               encierro. Si eso no es madurar, entonces desconozco por completo el significado
               de esa palabra.


               Tú, siempre tan puntilloso y sagaz, de seguro ya sabías que algo importante
               cambiaría en mi interior. Lo que no sabes, pero ahora te contaré, es lo que
               sucedió durante este tiempo en la vida de Daniel. En total son ochocientos veinte
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